Durante sus años como arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el nuevo Papa, Jorge Mario Bergoglio, de 76 años, tuvo relaciones tensas con los gobiernos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su difunto esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, que acusó a Bergoglio de ser el "’verdadero representante de la oposición”.
Luego de ser elegido como el primer Papa de América latina, muchos observadores de la Iglesia se preguntan si Francisco tendrá el mismo impacto político en Latinoamérica que el difunto Juan Pablo II -el polaco Karol Wojtyla- tuvo en su nativa Europa Oriental en la década de 1980.
Rosendo Fraga, conocido analista político, me dijo que la elección de Francisco no es una buena noticia para el gobierno argentino. En las últimas homilías, eran muy críticas de las condiciones económicas y sociales. Aunque los partidarios del gobierno han retratado a Bergoglio como un derechista a quien acusan de no haber defendido activamente a las víctimas de la dictadura militar de 1976-1983 -una acusación que sus fieles niegan vehementemente- otros pintan a Bergoglio como un político moderado y un teólogo conservador.
Elisa "’Lilita” Carrió, diputada de oposición que conoce de cerca al nuevo Papa, me dijo que Francisco "’es un hombre muy abierto” a quien no se puede definir como conservador. Bergoglio toma el autobús en la ciudad como cualquier otro pasajero, ha lavado los pies de víctimas del sida, y "’podría ser definido como un jesuita a quien Dios convirtió en un franciscano”, dijo Carrió, refiriéndose a la humildad del nuevo Papa.
Políticamente, Francisco sigue la tradición de sus predecesores recientes de criticar la desigualdad social y el capitalismo rapaz. Pero tiene escasa paciencia con los gobiernos que permiten matrimonios gay, abortos, reparten anticonceptivos o crean un clima de confrontación social. En 2010, Bergoglio encabezó el movimiento en contra del matrimonio gay. "’Es la pretensión destructiva al plan de Dios”, escribió en una carta antes de que el Congreso aprobara la ley.
Más recientemente, habló en contra de la polarización política del país, de la cual los críticos culpan a los discursos inflamatorios de Fernández que suenan como los del difunto Hugo Chávez. Y el nuevo Papa habló también sobre "’las emigraciones dolorosas y la falta de futuro” que sufren muchos jóvenes argentinos debido a las condiciones políticas y económicas, que según aduce el gobierno, son mejores que las de la mayoría de los países industrializados.
Un mensaje tan simple como ese, desenmascarando tácitamente a los líderes populistas que usan un discurso de confrontación social para presentarse a sí mismos como salvadores de la patria.