El asesinato de Daniel Capistro, perpetrado por un chico de 14 años que le pegó 9 balazos, causó una verdadera conmoción en el país y fue el detonante de una multitudinaria protesta en Valentín Alsina, para reclamar a los gobiernos nacional y bonaerense urgentes medidas contra la inseguridad.

Se reavivó de este modo, el debate por la imputabilidad del menor de edad, es decir, capacidad de responder por una acción reprobable. A los 14 años, los jóvenes saben diferenciar lo que está bien de lo que está mal, pero para el derecho argentino ese menor aún no tiene la madurez para comprender lo malo de su accionar. Esto es falaz, pero es tema del Congreso, de acuerdo a su política criminológica o al tratamiento que le quiera dar a los jóvenes. Bajar la edad no significa criminalizar la pobreza. No se trata de encarcelar a todos los chicos en situación de calle, sino hacer que los menores que cometan delitos asuman su responsabilidad por las acciones graves que comprometan la vida y los bienes de la ciudadanía. Más allá de este debate, el encierro es válido siempre y cuando esté acompañado de educación y tratamientos para reinsertar al menor.

Hoy, el sistema falla porque no hay programas en los centros de detención y los jóvenes egresan peor de lo que entraron. Por eso reinciden, y muestra la inoperancia del sistema. Antes de pensar en bajar la edad de imputabilidad, hay que revisar las medidas que se toman cuando un menor comete un delito. Acumularlos en centros que ni siquiera están preparados para tal fin, no tiene sentido. Hay que trabajar en la situación que los lleva a delinquir y en cómo hacer para que el menor vuelva a la sociedad recuperado y no reincida.

Tiene que haber programas que, desde el primer día, se trabaje en su habilitación social, mientras cumple la pena. Que la sociedad sepa que el joven se va a someter a un proceso penal. Los tratados internacionales ordenan que la privación de libertad del menor debe ser lo más breve posible pero, tras cumplir la pena, tenga la posibilidad de volver a sus comunidades con habilidades laborales y un proyecto de vida. La recuperación de los adolescentes violentos es posible a partir de un plan para jóvenes, dotado de recursos, personal especializado y tratamiento institucional.

Pero hasta ahora, sólo hay ideas espasmódicas a partir de hechos de repercusión que luego se olvidan.