José Ignacio de la Roza, en un retrato de Santiago Paredes.

En relación a la conmemoración de nuestra Declaración de la Independencia, efemérides tan significativa para los sanjuaninos por el protagonismo que tuvo nuestra tierra; evoco brevemente la estampa de don José Ignacio de la Roza, hombre que fue una de las principales manos ejecutoras que tuvo el Libertador para consumar su plan continental. De esta figura señera en nuestra historia poco sabemos. Este singular hombre tuvo -además- un significativo protagonismo en otros acontecimientos, auténticos aportes a la historia de su patria chica.


De la Roza, de descendencia española, nació en San Juan en agosto de 1788. Pertenecía a una familia pudiente de la época colonial, su padre, Fernando de la Roza, ocupó un importante cargo público y su madre doña Andrea Torres se dedicó con perseverancia al cuidado de sus hijos. La solvencia económica que gozaron sus padres le permitió estudiar primero en la Universidad Mayor de San Carlos, en Córdoba, y luego en la Universidad de San Felipe, en Chile, donde obtuvo su diploma de licenciado y doctor en derecho. De ahí en más su vida se orientó en pos de las nuevas ideas por la libertad que circulaban por América. En Buenos Aires, donde residió durante 10 años, se relacionó con los hombres que estaban consustanciados con las ideas de la revolución y además pudo conocer a San Martín al poco tiempo de su llegada desde España.

En su tierra ocupó distintos cargos gubernativos, desde integrante del Ayuntamiento hasta gobernador entre 1815 a 1820. Largo sería reseñar esta última gestión, si podemos decir que fue un mandato progresista y atinado a pesar de que buena parte de su gobierno nuestra provincia fue una especie de cuartel por los preparativos bélicos que se requerían para la marcha del Ejército de los Andes. En general su gestión puso énfasis en favor de la enseñanza pública, como fue aquella afamada "Escuela de la Patria"; el adelanto edilicio de la ciudad, la expansión de las obras de regadío creando el primer Canal Matriz en Pocito para lo cual recurrió a mano de obra compuesta por prisioneros españoles; y los trabajos para promover la actividad agrícola. Luego sobrevendrían aquellos episodios sombríos vinculados a la secesión del año 1820, la autonomía de San Juan y las cuantiosas deudas que tenía que pagar como consecuencia de los gastos que generó la guerra. En una especie de intriga o golpe, De la Roza fue tomado prisionero por su propio cuñado y estuvo a punto de ser pasado por las armas. Sobrevino el angustioso destierro, que lo llevó finalmente a Perú donde nuevamente estuvo bajo las órdenes de San Martín, actuando como auditor del ejército. Fue en este país donde pasó sus últimos años, falleciendo hace 186 años, el 9 de octubre de 1834, en la localidad peruana de Santiago de Cao. Dejando esta crónica, recordamos que hace años, la historiadora -en ese momento diputada- Margarita Ferrá de Bartol, inició los trámites para la localización y repatriación de los restos de este distinguido sanjuanino. Ojalá que pasado estos adversos tiempos que vivimos, se retome esta tarea.

Por el Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia