El plan de saneamiento del Riachuelo no arroja todavía resultados favorables, según las evaluaciones de Greenpeace y los datos que maneja la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar).
Para la geografía, una cuenca hídrica es un ámbito complejo donde las relaciones entre el hombre y el ambiente que allí se establecen son primeramente de carácter social: lo que ciertos actores hacen en una parte de ésta, impacta localmente y aguas abajo. En los 68 kilómetros que recorre y la multiplicidad de partidos que atraviesa, la cuenca del Riachuelo – Matanza está sujeta a un intensivo uso industrial y doméstico de sus aguas. Casi el 70 por ciento de su polución es de tipo industrial. Lo que resta es doméstico: residuos de la preparación de alimentos, componentes fecales y productos de limpieza. Sólo el 45 por ciento tiene cloacas, es decir que hay 1.200.000 personas sin cloacas que descargan en tanques sépticos y en letrinas con pozos negros.
Se hace imperiosa pues una política clara de vivienda e infraestructura que impida la futura formación de villas y asentamientos en toda la cuenca y prevea el acceso a la red cloacal y de agua potable de los ya existentes. En partes medias y altas de la cuenca la población de barrios localizados a pocos kilómetros del río toma agua de pozos subterráneos conectados con el río en épocas de crecida, es decir con altos niveles de contaminación. Es interesante el hecho de que Acumar esté conformado por los 11 municipios afectados por la cuenca más Provincia y Nación. Este abordaje reproduce la complejidad del objeto, dado que no se puede sanear a un río por partes permitiendo -por ejemplo- niveles desiguales de oxígeno por municipio. La misma lógica bien se puede aplicar a las obras de cloacas y de agua potable. La solución debe ser integrada y por lo tanto el organismo que la lleve a cabo estar comprendido por todos los sectores territoriales involucrados. Las obras de remoción de escombros y limpieza de fondo son más que acertadas aunque pusieron ya a prueba la funcionalidad interjurisdiccional del ente: apenas comenzadas las obras, el conflicto por la falta de financiamiento devino en un paralizante juego de culpas cruzadas. El Gobierno nacional debería asumir un liderazgo más activo, mediando allí donde surjan conflictos y honrando las promesas con los recursos necesarios. Mientras tanto, un Riachuelo maltratado y enfermo que se niega a formar parte, otra vez, de la galería de promesas incumplidas.