Una crítica seria que se viene haciendo al gobierno nacional es la que indica que no coinciden las medidas que se toman con los objetivos declarados. Por ejemplo: si se pretende que la inflación, que es responsabilidad principal del manejo macroeconómico que compete exclusivamente a la política económica, tenga un determinado límite, todas las demás variables deben ser coherentes con ese límite. Si la pretensión ahora corregida por segunda vez es del 15%, el gasto público deficitario debe aumentar igual o menos, también la expansión monetaria, las tasas de interés y los incrementos de salarios. Ahora si el gasto público se ubica muy por encima de esa medida y lo mismo ocurre con la emisión de moneda por el Banco Central y las discusiones salariales son remisas a aceptar ese tope, es imposible que ocurra un milagro y que la inflación baje por arte de magia. Hay un segundo factor que interviene, que es el crecimiento. Si uno tiene un determinado gasto aunque sea deficitario se puede apostar a que esa cifra permanezca estable y la torta se agrande, con lo cual el peso relativo de ese gasto vaya descendiendo.

Es obvio que la mayor recaudación impositiva, resultado de una mayor actividad, tenderá en equilibrar en algún momento los números de ingreso-gasto siempre y cuando el gasto no se incremente a la misma velocidad. Napoleón, famoso no sólo por la capacidad política que le permitió someter casi a toda Europa sino por su virtud como militar artillero, solía preguntar cada vez que se le presentaba un oficial para un ascenso: ¿tiene suerte? La suerte, ese intangible que no puede ser predicho y que le jugaría en contra en la batalla final de Waterloo con una lluvia que inutilizó sus cañones, es la que parece estar alejándose de Mauricio Macri. Esta semana la CEPAL, Conferencia Económica para América Latina y el Caribe, acaba de recortar el pronóstico de crecimiento para este año del 3 a 2,5% cifran que, en términos del Producto Bruto Interno representa una disminución fuerte. ¿Causas? La sequía que perjudicó al campo sojero este verano y que felizmente parece haber cesado para otros productos de la pampa húmeda como el maíz. Una reducción a mínimos históricos del tonelaje a exportar de la oleaginosa está causando no sólo problemas de facturación e ingreso futuro de dólares genuinos sino otros internos parecidos a los que hemos estado sufriendo con la uva y el vino. El castigo de fuertes aranceles impuestos por China a USA en este producto, anticipa que por allí sobrarán granos. Como por aquí faltan, los precios tienden a subir para los exportadores locales, quienes han empezado a comprar en USA antes que aquí por lo que vendrá una puja que terminará equilibrando los precios hacia abajo. Dos cuestiones de típica mala suerte porque nadie podría haberse defendido de una sequía que se ha descripto como la más profunda en muchas décadas y mucho menos del inicio de una guerra comercial entre China y Estados Unidos.

Por otro lado, apareció, si bien no tan inesperadamente, el tema de Brasil donde hay elecciones este año y el principal candidato, Lula, expresidente durante dos períodos y líder indiscutido del movimiento sindical de su país, cayó preso por corrupción y no se advierte quién o quiénes podrían reemplazar su popularidad. Sonaba como para ganar la elección en primera vuelta. La reciente recuperación de Brasil ha sido en buena medida sostén de la nuestra, sobre todo en una actividad tan fuerte y movilizadora como es la automotriz. Más de una vez hemos comentado que lo peor para la economía es la incertidumbre, de haberse sabido que ganaría Lula, los planetas se alinearían en su órbita como lo hicieron otras tantas veces. En la situación actual no sólo se duda de que pueda ser candidato (no será seguro hasta el vencimiento de los plazos para presentaciones), sino que, para peor, no hay por ahora figuras alternativas con mediano respaldo. Pero antes de fin de año alguien tiene que ser electo, lo que presenta un panorama de volatilidad política por lo menos hasta que estas variables se despejen o hasta que se conozcan las líneas de trabajo de la próxima administración.

Un conflicto de carácter largo y serio desalienta las inversiones y frena los negocios.

Todo esto dentro de un marco internacional que tiende al conflicto cada vez más intenso no habiéndose resuelto aún los roles que habrán de jugar en el tablero mundial China, Rusia, Estados Unidos y Europa durante el correr de este siglo. Siria, Israel, Irán son escenarios donde se libra esta lucha de enfrentamientos "tercerizados" en los que tampoco están definidas las alianzas. Todo conflicto es malo en general pero algunos suelen favorecer a ciertos países como pasó con el nuestro con la crisis inmobiliaria de 2008 en el mundo desarrollado. La gente dejó de apostar a activos financieros y se pasó a activos físicos como la soja, que llegó a tener precios exorbitantes por refugio de capitales que compraban no para saciar el hambre sino como forma de protegerse. Granos y metales, que es lo que nosotros producimos o podemos producir, tuvieron su mejor momento, recordemos si no la pelea política que casi termina prematuramente con el primer mandato de Cristina por la Resolución 125 que gravaba con altos porcentajes la soja una vez que pasara el límite de 500 dólares la tonelada. Del oro se llegó a especular que llegaría a los 1.700 dólares la onza y anduvo cerca. Hoy están a poco más de 300 y 1.300 respectivamente. Las inversiones se supone que son la base sobre la cual fundó su expectativa de crecimiento el gobierno actual, en el anterior era el consumo interno. Falta de coherencia y falta de suerte. El primero de estos términos tal vez podría sostenerse si estuviera presente el segundo, la falta de coherencia, que es un tema técnico pero con fuerte contenido político, tal vez podría suplirse o al menos equilibrarse con una buena cosecha, buenos precios, estabilidad y crecimiento sostenido de Brasil, que es para nosotros un gran comprador y un mundo tranquilo al cual se pudiera atraer con negocios altamente rentables que son los que todavía puede ofrecer un país como el nuestro que se encuentra a menos de la mitad de camino de desarrollo.

Como se ve, las principales variables externas están jugando en contra, la suerte no está ayudando. Tal vez sea hora de meter mano en la coherencia de los factores que se pueden manejar. La inflación que no cede es una muestra palpable de la mala combinación que hemos relatado.