Por eso el presidente de Google, Eric Schimidt, visitó Cuba y Corea del Norte, pregonando las bondades de Internet para el crecimiento económico y la innovación, debilidades de los gobiernos autoritarios. Schimidt está tratando de neutralizar la predisposición de gobiernos y legisladores, de cualquier tendencia, que pretenden controlar y vigilar a Internet y la información, con la intención de manipular las voluntades de los ciudadanos.

Aunque existe optimismo sobre los beneficios de Internet para el desarrollo humano, un nuevo estudio del Pew Research Center de EEUU, ve con pesimismo la vida digital en 2025. Señala que Internet será menos abierto y más restrictivo, debido a las trabas y la censura que promoverán los gobiernos por cuestiones políticas y prevalecerán los intereses económicos de proveedores de servicios.

No hace falta ir a 2025 para ver esa realidad. Ya comenzó en Cuba y China, donde filtran, bloquean y controlan los contenidos sino también en EEUU, para espiar a los ciudadanos. En México los temores de un Internet restrictivo se hicieron evidentes en la actual reforma de la Ley de Telecomunicaciones que, de ser aprobada, permitirá a las compañías rastrear a los usuarios y suministrar sus datos sin necesidad de orden judicial. Las autoridades también les podrán solicitar el corte de los servicios cuando lo crean oportuno para interrumpir, por ejemplo, la organización de manifestaciones públicas, como hizo Egipto para bloquear las protestas durante la Primavera Árabe.

La ley mexicana también derrumba el concepto de neutralidad de la web. Las compañías podrán cobrar precios diferenciados según la velocidad de descarga. Esto generará servicios más caros perjudicando el acceso de los más pobres, lejos de los objetivos nobles de que un Internet abierto, libre y barato ayuda al crecimiento y a la economía mundial. Justamente un estudio reciente de la firma Deloite estableció que una mayor conexión digital en países en desarrollo crearía 140 millones de trabajos y sacaría a 160 millones de personas de la pobreza.

Este es el tipo de visión que persigue el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que junto a Google cabildea en contra de la posibilidad de que la Agencia Federal de Comunicaciones de EEUU permita eliminar el requisito de neutralidad. Si prevalece esa postura, se creará un efecto dominó negativo en países de la Unión Europea, Chile y Brasil, donde la neutralidad está protegida por ley.

Zuckerberg tiene los pies en la tierra. No cree en el optimismo exagerado de aquellos que ven a la telefonía móvil como la panacea para conectar a todo el mundo y expandir el conocimiento y las economías. Cree que el servicio es exageradamente caro. No concibe que un usuario deba pagar un promedio de 2000 dólares al año para tener un teléfono inteligente y servicio de Internet. El desafío, dice, es crear mejores tecnologías que le permitan a los proveedores ganar dinero pero a la vez dar servicios más baratos y mejores.

Justamente el sábado pasado, en el Parlatino, el gobierno de Ecuador presentó un proyecto de ley para América latina que servirá para censurar y perseguir contenidos, no solo de los medios, sino también los que los usuarios buscan, comparten y difunden en las redes sociales.