Jáchal no es sólo el nombre de un departamento de nuestra provincia. Es el nombre de un pasado de esplendor nacido en el linaje de sus costumbres tradicionales, fogueado en la cultura del trabajo del hombre que dibujó con su rudimentario arado profundos surcos de esperanzas en la feracidad de su tierra.
Es dueño de un paisaje agreste que conoce las huellas que dejaron los recuerdos, que sabe del cansancio de las aguas que mueven el molino y el rezongo de una ventana que se abrió ansiosa para escuchar la promesa de la trasnochada serenata. No es casualidad que fuera bautizada justicieramente "Capital del folclore". El 5 de junio de 1751 se celebró solemnemente la firma de acta de su fundación. La formación de la Primera Junta patria en 1810, es comunicada a Jáchal por el Cabildo de San Juan, noticia recibida jubilosamente.
Desde aquellos tiempos la ganadería y la agricultura fueron principales actividades de la comunidad. La primera adquirió significativa importancia en el transcurso de los años por la permanente demanda de la población minera del Norte de Chile, convirtiéndose en región de engorde del ganado que a través del Paso de las Cuevas en Mendoza se enviaba para el abastecimiento del personal de la explotación.
La ganadería ovina y la caprina se estimuló con las variedades karakul y angora respectivamente y se fomentaron cultivos intensivos de remolacha en Punta del Agua y de olivo en Huaco, como también de alfalfa para la alimentación del ganado. El cultivo de trigo, la elaboración de harina en numerosos molinos y la instalación de viveros de frutales y hortalizas generaron una época de prosperidad.
La gentileza de Eduardo Savastano, relevante ex funcionario en la administración pública provincial y nacional, me ha permitido conocer un libro publicado con el auspicio del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico titulado "Mendoza y San Juan, lo que son y lo que valen", escrito por Ricardo Videla, editado en Peuser en 1926 en cuyo contexto, obviamente, está incluida la fecundidad del suelo jachallero considerado apto para el cultivo de frutas y verduras.
En el prólogo se expresa: "Mendoza y San Juan frecuentemente aludidas con todo acierto como la "California argentina" por sus muchos puntos de analogía con el famoso Estado norteamericano, no sólo porque constituyen el más valioso centro frutícola del país, sino porque en conceptos de expertos, la calidad de su producción iguala o supera a las mejores del mundo".
El epílogo de esta nota es el reconocimiento a la Escuela Normal de Jáchal, histórico símbolo cultural de su pueblo que alienta el espíritu tradicionalista, añorando "retornar a la paz de los aleros y al oro de sus trigales", al decir de Buenaventura Luna.