El hombre tiene inscripto en él e impuesto esencialmente en su ser, plenamente, el sentido y criterio del valor llamado "justicia". Sin embargo no lo ha podido desarrollar como hubiese sido el ideal porque es el único valor que ha encontrado resistencia en la propia personalidad del hombre como parte de la lucha entre el bien y el mal. No deja de ser una contradicción que contraviene su naturaleza donde la inteligencia se articula en virtud de intereses humanos más que una manifiesta bipolaridad. De ahí que la Justicia sea la gran ausente en todos los órdenes en la vida del planeta y no le alcance con el derecho positivo para calmar sus ánimos ni para vivir en paz, solamente para establecer cierto orden. Por lo tanto, no le alcanza para ser feliz.
Preguntarnos qué es la Justicia nos introduce en un laberinto de respuestas porque el término es una de las palabras que a lo largo de la historia del mundo encontró las mayores dificultades para su definición. Desde la filosofía y el derecho, como así también desde distintas disciplinas de la alta erudición se ha pretendido dar en el blanco respecto de este concepto pero ninguno alcanzó valor universal y aún se pregunta el hombre.
Recurrimos al prestigioso jurista Hans Kelsen, quien afirmó que: "No hubo pregunta alguna que haya sido planteada con más pasión, no hubo otra por la que se haya derramado tanta sangre preciosa ni tantas amargas lágrimas como por ésta; no hubo pregunta alguna acerca de la cual hayan meditado con mayor profundidad los espíritus más ilustres, desde Platón a Kant. No obstante, ahora como entonces carece de respuesta". Podríamos agregar, sin temor a equivocarnos, que desde Kant hasta nuestros días poco o nada hemos abrevado en la respuesta.
Para no abrir la puerta a un camino confuso que dé pie a los millones de teóricos que abundan por doquier en un mundo cada vez más tangible, nos aferramos al precepto socrático al declarar que "la Justicia es ante todo una perfección interior", de esa manera se puede concluir "que es una virtud que radica en el alma". La visión aristotélica observa cómo "la Justicia es la virtud más alta, la virtud perfecta".
Cuando buscamos un espacio donde se haya forjado la respuesta convincente que explique ante la realidad atroz del mundo contemporáneo, dónde está modelada la Justicia en el marco de la convivencia humana tal como se plantea hoy, se derrumban todas las estructuras creadas por el hombre para responder esta constante interrogación que aunque parezca una incógnita, forma parte insustituible de la inquietud ínsita en él.
En pleno milenio siglo XXI podemos aseverar que ha perdido sustento el concepto que da al derecho el valor y correspondencia de "ser justo por naturaleza", a partir de que toda ley es derecho, pero no todo derecho es ley, y en esta sinonimia equivocamos la comprensión que conlleva la ley construida desde la influencia de intereses de poder lo que crea un abismo con la Justicia porque el derecho deja de ser el medio para alcanzarla.
Tenemos que corregir estos criterios donde se aplica la vida y aunque "lo mejor suele ser enemigo de lo bueno", debemos procurar que el juez sea el mejor y más bueno, cambiando las formas de elección para exigir a su conducta el marco eminente del valor Justicia, ceñido a la sabiduría.
