Una zamba cantada por "Los Chalchaleros", titulada "A qué volver", comienza diciendo "La casa ya es otra casa, el árbol ya no es aquel. Han volteado hasta el recuerdo, entonces ¿a qué volver?"


Un poco de esto sentí al ver derrumbar poco a poco una antigua casa, amplia y señorial, que solíamos llamar en la década del 70, "la casa de los López". Dicha vivienda fue construida pocos años luego del terremoto de 1944. Era de caña y adobes, bien robusta y fresca en los veranos. Fue habitada por una que otra familia, pero la que nombro le dio calidez a sus paredes, le dio historia.


La familia López, originaria de España, tejió su vida entre estas habitaciones. No le faltaba espacio. El agua que se utilizaba para beber y lavar era de la acequia, que era llevada a un pozo que hacía de filtro, de ahí a la pileta y luego al tanque. Pero quizá lo que más atrapó mi atención era su despensa, colmada de maravillas culinarias, especialmente aportados por los carneos, que en el mes de junio eran infaltables. En un cajón enorme yacían los jamones y paletas tapados de sal; colgados en unas cañas los embutidos, sazonados a lo andaluz; también en bolsas de arpillera higos secos y otras frutas desecadas. Lo más notorio eran cuatro o cinco bordalesas o barriles repletos de vino patero, que don Manuel, elaboraba todos los años en la época de la cosecha de uva.


Volviendo al tema de la casa, esta fue uno de los puntos en que se reunían la colectividad española, en los mencionados carneos y en otras ocasiones. Las primeras eran reuniones de trabajo y de alegría, pero más que nada de reciprocidad. Llegaban parientes y "paisanos" a colaborar en las tareas de faenamiento, las cuales eran divididas por sexo. En la noche una gran cena, calmaba el apetito de los invitados. Llegaban jóvenes y no tan jóvenes y más de una vez se pergeñó un noviazgo. El manto de la helada cumplía su rol y comenzando el alba se continuaba con las tareas. El rigor del frío se combatía con una copa de anisado. A mediodía se "sacrificaba" un costillar del cerdo.


Así como en los carneos, esta casa esconde historias de cumpleaños de 15, la fiesta de "Santo Cristo", celebrada en septiembre, carnavales y chayas y tantas jornadas familiares y de amigos, henchidas de amistad sincera.


Hoy "la casa de los López", lentamente va desapareciendo, quedando, por suerte, estas historias cotidianas, que dicen mucho de nuestra típica sociedad sanjuanina.

La casa era de caña y adobes, bien robusta y fresca en los veranos... fue una casa con historia.