La Comisión Permanente del Episcopado Argentino emitió un documento titulado "La Patria es un don y la Nación una tarea", que debe llamar a la reflexión a la dirigencia nacional. En él se reclama al Gobierno y a la oposición superar el estado de confrontación permanente, al mismo tiempo que se pidió a los protagonistas una actitud de grandeza.
"No es el momento para victimizarnos ni procurar ventajas sectoriales", señala, frente a la necesidad de dar una palabra y hacer un gesto ante la profundización de la crisis. El gesto se traduce en un pedido de audiencia a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para transmitirle la preocupación por la baja calidad institucional del país que produce un alto costo social. Este pedido, con igual inquietud, se extendió también, a los presidentes de los otros dos poderes del Estado: el vicepresidente Julio Cobos, titular del Senado, y el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti. Con estos dos poderes, la Iglesia no encontrará resistencia. La dificultad se podría presentar con la titular del Poder Ejecutivo.
Las relaciones entre el cardenal Jorge Bergoglio, titular de la Conferencia Episcopal, y el matrimonio Kirchner no fue ni es la mejor. En el último período de gestión del presidente Néstor Kirchner, la decisión de no participar en los tedéums en la Catedral de Buenos Aires pasó a ser una opción definitiva que él adoptó y que luego la reafirmó su esposa. Durante la última internación del ex presidente, el arzobispo de Buenos Aires decidió enviar un sacerdote para que le administrara la Unción de los enfermos. Lo cierto es que no fue una medida prudente. En esos casos son los familiares los que deben solicitar la presencia de un ministro de la Iglesia. Así lo hizo la familia Kirchner, al requerir la asistencia de un sacerdote amigo.
Es de esperar que se superen enconos, enfrentamientos y se dé un testimonio abierto de diálogo, no sólo del Gobierno con la Iglesia, sino de todas las instituciones que constituyen el tejido social de la Nación. Esta es un don que recibimos de nuestros antepasados: héroes que dejaron de lado mezquindades y pusieron inteligencia y voluntad para hacer grande este país. Pero también es una tarea, por lo que debemos interrogarnos qué estamos realizando para que la magnanimidad prevalezca sobre el egoísmo.
La celebración del Bicentenario merece un clima social y espiritual distinto. Por eso urge recrear las condiciones políticas e institucionales que nos permitan superar el estado de enfrentamiento sistemático que profundiza nuestros males.