Hace ya varios años, o quizás debiera decir mejor, demasiados años, se viene planteando en nuestra Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) una situación que nos llena de vergüenza a todos quienes de un modo u otro desarrollamos durante muchas décadas lo más importante de nuestra actividad profesional en esta casa de altos estudios. Como ya muchos habrán comprendido, me refiero a la persecución insensata e irresponsable que tuvo lugar contra los excelentes profesores y brillantes investigadores técnicos ingenieros José A. Matar, Carlos G. Rudolph y Julio R. Millán.

Como profesionales y como universitarios, pero por sobre todo como seres humanos de nivel cultural presuntamente por encima de la media, sólo nos cabe una profunda vergüenza ante esta situación que nunca, nunca, debiera haberse presentado en una universidad de nuestra Argentina. Ya en oportunidades anteriores ("’La Universidad y Galileo”, DIARIO DE CUYO 22-5-09) hice referencia a esta vergonzante situación, sin que hasta la fecha se haya conocido respuesta o explicación alguna por parte de las autoridades de nuestra pretendida casa nacional de altos estudios.

A Rudolph y Matar, con tan sólo 55 años de edad en el momento de iniciarse la persecución administrativa, edad en que todo investigador y docente se encuentra en el máximo de su capacidad intelectual, se los colocó de modo intempestivo y sin posibilidad de defensa en una situación de inestabilidad y persecución sistemática, que repercutió no solamente en su desarrollo profesional como investigadores de nivel universitario sino además, y esto es lo más grave, en la tranquilidad de su vida familiar.

Durante más de dos décadas debieron soportar, junto a la paralización y echado al canasto del olvido de importantes investigaciones de máximo nivel técnico especializado, ataques de tipo personal que llegaron hasta un intento de agresión física más propio de una cancha de fútbol que de un ambiente universitario.

Según las informaciones que hoy conocemos, la Justicia finalmente les está dando la razón para llegar por fin a una reivindicación de los citados profesionales, que resulta por demás merecida. Pero, ¿se puede aceptar como justo un reconocimiento que llega más de dos décadas después de los vergonzosos hechos persecutorios ocurridos en la Universidad? ¿Qué se gana con una reivindicación notoriamente tardía cuando las instituciones que ellos dirigían quedaron prácticamente paralizadas y la Universidad perdió proyectos de investigación que la habían colocado en la cumbre del espectro de ciencia aplicada en el país, participando en congresos internacionales en Alemania, Austria, Italia, EEUU Francia, etc.?

Como argentinos, y como universitarios cabe la pregunta: ¿es realmente para alegrarse cuando esta reivindicación llega más de 20 años tarde, con uno de los afectados ya fallecido, con todos los proyectos de investigación paralizados o abandonados, con los que en su momento conformaron el grupo de los mejores investigadores geológico-mineros del país desilusionados e inmersos en una calma chicha?

Pero lo que es más triste aún es que como argentino, como universitario y, mucho más importante, como ser humano, siento una gran vergüenza en mis últimos años de vida cuando asisto a esta tan prolongada como inexcusable situación, que nunca debiera haber ocurrido y menos aún en nuestro máximo ambiente académico.

Al fin de cuentas, no se les puede negar a nuestras autoridades universitarias un evidente gusto por el tango, ya que han hecho realidad aquello de "…sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…”.

Sic transit gloria mundi