Eduardo Lorenzo Borocotó era, allá por 2005, un médico cirujano infantil de mediana trascendencia que un buen día decidió hacer política. La fama lo encontró cuando ganó una banca de diputado por el PRO y antes de asumir pegó el salto al ahora extinto Frente para la Victoria. La frase "se borocotizó" saltó al estrellato y se usó muchísimo para describir a los políticos que acostumbraban cambiar de bando sin mediar explicación. Esta elección parece un remake de aquella peligrosa moda. Probablemente el primer capítulo de este nuevo film lo haya protagonizado Cristina Fernández de Kirchner cuando anunció que un crítico suyo, Alberto Fernández, se convertiría en su precandidato a presidente. Mauricio Macri recogió el guante y propuso como postulante a vicepresidente al peronista Miguel Ángel Pichetto, quien en una entrevista que publicó el diario Perfil en noviembre de 2018, había dicho que Macri hacía "kirchnerismo blanco". De ahí en más, todo lo que se conoce públicamente.

Miguel Ángel Pichetto


Ese tragicómico juego político ha provocado una tremenda desvalorización de la palabra, de la ideología, del pensamiento político. Ya no se sabe quién habla y cómo lo hace. Ya no es importante quién dice qué cosa y cómo lo sostiene. Lo importante es si esa persona logra mantenerse en los medios y si es hábil tejiendo acuerdos subterráneos, de esos cuyos detalles espurios nunca ven la luz o esclarecen recién pasadas varias décadas. No encuentro otra razón para explicar la supervivencia de gente como Pichetto, por ejemplo, quien ha perdido todas las elecciones a las que se ha presentado en su provincia. Está bien que la política no es sólo lo que la gente vota, porque las instituciones democráticas se sostienen también con el trabajo de aquellos que no pueden, no quieren o no suelen exponerse a las votaciones. Pero también es real que hay cientos de personajes que viven solamente de los acuerdos políticos y han fundado su vida laboral en ellos. ¿De qué vive Massa, por ejemplo? ¿Con qué dinero sostiene la estructura que ostenta? Gente sin territorio político que vive de la institucionalidad. Massa quiso la minería, después la rechazó, apoyó candidatos antimineros y luego vino a San Juan, hace unos años, a tratar de decirnos que quería hacer minería "pero con controles", como si la actividad minera pudiese desarrollarse de la otra forma. Impostor.


La política sanjuanina también dio sus buenos ejemplos de borocotización. A pesar de haber liderado la oposición muchos años, Roberto Basualdo fue, tal vez, quien más sufrió de ese tipo de escisiones: el fuerte dominio y ejercicio del poder de José Luis Gioja provocó que el empresario perdiera desde intendentes hasta diputados, durante los doce años de contrastes electorales con Gioja. La mayoría de los que se fueron del basualdismo lo hicieron seducidos por la posibilidad de terminar sus mandatos en paz, en épocas en las que el Ejecutivo provincial no tenía ley de Coparticipación Municipal y los jefes comunales pululaban la Casa de Gobierno en busca de ayudas extras, sobre todo los que no tenían recaudación propia.


Más allá de algún caso, como el intendente Leopoldo Soler por ejemplo, la borocotización que se ve en las listas de otras provincias o de la presidencial, no se ve en San Juan, al menos en esta elección. En ese aspecto, la provincia parece una isla paradisíaca. La previa de la elección de candidatos a diputado nacional ha sido en paz absoluta. Tal vez la mayor vorágine haya estado en Con Vos, el frente que lo tiene a Marcelo Orrego como figura excluyente. Orrego ya había decidido hace mucho tiempo postularse, pero la incorporación de Pichetto tal vez le terminó de dar el empujón que le hacía falta. Por el lado del peronismo provincial, el gobernador y presidente del PJ local, Sergio Uñac, había dicho cerca de diciembre de 2018 que el lugar natural de Gioja era el de repetir mandato, y así fue. Casi lo mismo pasó con Graciela Caselles. 


Probablemente la etapa de las emociones llegue ahora, por cómo se vaya a dar la pelea electoral entre Orrego y Gioja. ¿Por qué? Tienen virtudes y defectos de mucho contraste: Orrego es joven, Gioja orilla los 70 años. El santaluceño es fuerte en los departamentos donde el peronismo suele tener problemas, como Santa Lucía, Capital y Rivadavia; pero el exgobernador tiene más apoyo en los distritos más populares, como Rawson, Chimbas y Caucete. Orrego tiene baja imagen negativa y la de Gioja es muy alta; aunque el nivel de conocimiento del segundo es más alto que el del primero, a pesar de que Orrego acaba de terminar una campaña como candidato a gobernador. Hasta tienen contrastes personales: Gioja avasalla en el lugar en donde esté, y Orrego suele hacer gala de su prudencia. Lamentablemente en esta provincia el peronismo no ha permitido debates públicos, pero sería muy buena idea que ocurra en esta contienda en particular, porque muy pocas veces han competido oposiciones tan diferentes.


La estrategia de campaña de uno y otro no está muy clara aún. Orrego no quiere el sello Macri a pesar de ir a una interna en ese espacio y Gioja tratará de pegarlo a ese sector, supongo. El santaluceño no es de criticar a nadie, pero habrá que verlo actuar en este segundo round electoral. El primero le dolió, es de esperar que para este capítulo haya generado algunas defensas. 


Del resto de las fuerzas políticas no hay que esperar demasiado. Los partidos más chicos seguirán en ese lugar y no aparece ninguna amenaza importante. Si todo va como hasta este momento, es muy probable que los sanjuaninos terminemos asistiendo a una elección bastante más ajustada que las históricas, lo que en verdad es una buena noticia.