En la fecha se cumplen 30 años de la explosión de uno de los reactores de la central atómica de Chernóbil, cerca de Kiev, en Ucrania, considerado el peor accidente nuclear de la historia: lanzó a la atmósfera una radiación estimada 500 veces mayor a la liberada por la bomba de Hiroshima en 1945. La catástrofe fue de tal magnitud que las consecuencias perdurarán por lo menos durante los próximos tres siglos y los restos de la central quedarán sepultados para siempre.
El accidente no fue tan fortuito como se pensó en principio sino la consecuencia de pruebas de rendimiento a que se sometía en esos momentos y produjo una sobrecarga fatal. También porque el diseño de los reactores soviéticos no cumplían los requisitos de seguridad que entonces ya se imponían a todos los reactores nucleares de uso civil en Occidente, por ejemplo carecían de un edificio de contención como existe en las centrales nucleares argentinas de Atucha y Río Tercero.
A las 31 personas que murieron en el acto, se sumaron más de 135.000 evacuados de los 155.000 km2 afectados, permaneciendo extensas áreas deshabitadas durante muchos años tras realizarse la reubicación de otras 215.000 personas, en tanto la radiación se extendió a gran parte de Europa durante la primera década. Pero la mayor cantidad de víctimas han sido los llamados ‘liquidadores”, trabajadores de la planta, bomberos, militares y mineros, que recibieron altísimas dosis de radiación los primeros días tras la catástrofe y fueron muriendo en el transcurso de estos años. Muchos olvidados en recibir atención médica, tras la desintegración de la Unión Soviética al alterarse el mapa de la región.
A pesar de tantas víctimas de la radicación y de los avances científicos, a 30 años de la explosión se sigue trabajando en Chernóbil para proteger a las nuevas generaciones. Actualmente un consorcio internacional está terminando de construir junto a la central un nuevo sarcófago, una estructura gigante en forma de arco, de 108 metros de alto, 150 de ancho y 256 de largo que se prevé colocar sobre la antigua cubierta, en noviembre próximo, para evitar que la radiación del reactor 4 escape durante el próximo siglo.
Chernóbil es una tremenda lección en la historia de la humanidad para evitar impericias técnicas y políticas como imponía la URSS en experimentos que reflejaran su potencial.
