No es simplemente el nombre de una película, es la visita más estratégica y emblemática que Barack Obama realizó en la favela de Brasil que lleva por nombre "Ciudad de Dios''. Todo coincidió para que la jornada fuera festiva desde la identificación del presidente estadounidense desprovisto de todo protocolo hasta la simplicidad en la vestimenta de la primera dama, que se asemejaba a los colores de la bandera brasileña. Obama demostró así estar más cerca de los más desprotegidos con una devoción muy particular por aquellos que carecen de todo y que lo admiraron desde su asombro por tan insólito gesto. Logró así el mayor de los impactos con una actitud espontánea, natural y demostró su verdadera naturaleza, su genética popular que lo llevó a la presidencia de los Estados Unidos. Aunque algunos observadores afirman que Obama pasó por alto la Argentina no fue así en sus relaciones con Brasil, ya que comprometió a la primera mandataria brasileña con tratados comerciales y otras ayudas.

Chile también lo recibió con singular algarabía. Lo cierto es que Dios seguramente estuvo presente en la conflictiva ciudad que lleva su nombre, donde Obama hizo sentir su presencia porque entendió los dos mensajes más directos de un político moderno: el marketing filantrópico y la asimilación con sectores vulnerables.

Su visita por Latinoamérica toma signos particulares y nos muestra un Obama distendido y cordial, cuando en realidad en su país las cuestiones oficiales más preponderantes le son adversas. Pensamos en las sonrisas infantiles de Ciudad de Dios y con esa imagen proyectamos un Obama más humano con la mirada puesta en el sur.