Durante los primeros seis meses de este año, las pérdidas económicas por catástrofes naturales y desastres de origen humano totalizaron 56.000 millones de dólares, según ha revelado una reaseguradora suiza. El monto se refiere a coberturas de siniestros, dejando de lado las pérdidas materiales soportadas por el Estado y los organismos asistenciales, en diferentes lugares del mundo.
Son estimaciones preliminares de la reaseguradora Swiss Re y sobre inundaciones, la principal fuente demanda de indemnizaciones durante el primer semestre. En particular, el informe se vincula con las catastróficas inundaciones producidas en Europa central y del este, en India, Sudáfrica, Indonesia y Argentina, estas últimas con epicentro en las ciudades de Buenos Aires y La Plata. Además, las compañías debieron afrontar los resarcimientos por los daños provocados por los tornados en el Medio Oeste de los Estados Unidos, según el informe.
Estos costos van en aumento en número e intensidad, como se pudo apreciar en las trágicas inundaciones en nuestro país, que causaron estragos en viviendas, obras de infraestructura, paralización de la actividad económica y dejaron un tendal de vehículos cuyos propietarios tuvieron o esperan respuesta de las aseguradoras para saber cuál será su suerte, ya que no siempre las pólizas cubren imponderables de este tipo, o el propietario no valoró el alcance de una situación eventual atípica como la vivida.
Si bien la fuerza destructiva de la naturaleza siempre estuvo presente en la historia de la humanidad, nunca cobró tanta intensidad como en las últimas décadas, probablemente como consecuencia del cambio climático. Porque a diferencia de los sismos de gran magnitud, imposibles de pronosticar, muchas anomalías naturales como las climáticas, caso de las sequías, los aludes y las inundaciones, son causadas por el ser humano a partir de la excesiva deforestación que altera el comportamiento de los ecosistemas.
Amortiguar los efectos del cambio climático es una prioridad para la humanidad, apelando a la tecnología, pero el gran medida con una conducta para cambiar nuestros hábitos. Pero también se debe proteger la producción primaria, altamente sensible a las alteraciones meteorológicas, como ocurre en San Juan con las tormentas de verano.