Hasta influyentes republicanos que están en desacuerdo con Romney, como la presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros Lehtinen, dicen que es muy poco probable que cambie sus posturas actuales si llega a la Casa Blanca. Le pregunté a Ros Lehtinen cómo ella, siendo hispana, apoya las posturas de Romney sobre inmigración, como oponerse al Dream Act, que legalizaría la residencia a cientos de miles de estudiantes traídos a Estados Unidos de pequeños por sus padres indocumentados. O la promesa de Romney de buscar la "autodeportación" de los 11 millones de indocumentados, que muchos temen les haría la vida imposible a los hispanos, más allá de su estatus legal.
Para mi sorpresa, Ros Lehtinen, republicana conservadora que apoya a Romney, me dijo: "Yo estoy en una posición opuesta a la Romney sobre inmigración, totalmente. Pero creo que en esta elección, los temas más importantes son primero la economía, después crear empleos, y tercero, la economía y crear empleos". Cuando le pregunté si cree que Romney adoptó sus posturas de línea dura en inmigración para conquistar al ala ultraconservadora, y que se correría hacia el centro si es electo presidente, Ros Lehtinen afirmó: "Nadie debe votar por Mitt Romney pensando que va a cambiar sus posiciones, porque es fiel de lo que el dice".
Otros republicanos influyentes me dicen que el hecho de que Romney haya elegido a Paul Ryan -favorito de los ultra conservadores del Tea Party- como su compañero de fórmula, así como su propio discurso en la convención republicana, demuestran que el reciente giro a la derecha no fue solamente para conquistar a los sectores más conservadores de su partido durante las primarias.
Romney, que como gobernador de Massachusetts fue un moderado y aprobó una reforma de salud similar a la que impulsó el presidente Obama, reiteró en su discurso ante la convención que una de sus prioridades es "revocar y reemplazar el plan de salud de Obama". También dijo que "como presidente, protegeré la santidad de la vida" y "honraré la institución del matrimonio", términos de los conservadores duros contra el aborto y el matrimonio gay.
Ahora, Romney está obsesionado por demostrar que tiene "temple". Lo último que querrá es pasar a la historia con una gaffe como la de George W. Bush en su discurso de aceptación de la candidatura en 1998, cuando dijo "Léanme los labios: no habrá nuevos impuestos", algo que luego incumplió y persiguió al ex presidente durante toda su carrera política. Romney hará lo imposible para que eso no le ocurra. Si gana, habría un mayor peligro de que gobierne desde la extrema derecha con la pasión de los conversos, de que modere sus posturas más recientes y confirme su reputación de ser un "veleta".
