Las torturas, las ejecuciones, así como las muertes por hambre y agotamiento han sembrado el terror en los últimos 17 años en Corea del Norte. El futuro no parece alentador ya que el régimen comunista designó a Kim Jong-un, sucesor de su padre. Con el nombramiento del nieto del fundador del país, Kim Il-Sung, el régimen totalitario garantiza la continuidad de una dinastía que gobernó la nación desde finales de la II Guerra Mundial. Se abre ahora un período de incertidumbre en el Este de Asia, que ha colocado a sus vecinos en estado de alerta y a la comunidad internacional expectante ante el nuevo liderazgo en el país más opaco y aislado del mundo, que ha utilizado reiteradamente la amenaza nuclear hacia sus vecinos.

En 2002, creció la tensión en la zona después de que Washington dijera que el gobierno norcoreano había admitido que tenía un programa de armamento nuclear en violación de un acuerdo en 1994. Corea del Norte expulsó a los inspectores de la Agencia de la Energía Atómica en diciembre de 2002 y en enero de 2003 declaró que abandonaba el Tratado de No Proliferación Nuclear. En febrero de 2005, afirmó que poseía armas atómicas y en octubre de 2006, provocó escalofríos en la zona al llevar a cabo una prueba nuclear subterránea, repetida en mayo de 2009.

Un informe, publicado en 2006 y encargado entre otros por el recientemente fallecido ex presidente checo Václav Havel y el Premio Noble de la Paz Elie Wiesel, daba a conocer datos aterradores. Se hablaba de más de 400.000 personas muertas en prisiones norcoreanas en los últimos 30 años. El documento también describía cómo los presos eran alimentados con raciones míseras, golpeados y encerrados durante meses en celdas solitarias en las que no se podían poner de pie.

Además de la feroz represión, los desastres naturales y la mala gestión hundieron la economía norcoreana a mediados de la década de 1990. Se estima que la hambruna que asoló entonces provocó dos millones de muertos. Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, 5 millones de habitantes de Corea del Norte se enfrentan actualmente a una grave crisis alimentaria. Le corresponde ahora a la comunidad internacional presionar al régimen para que instrumente reformas democráticas y respete la dignidad humana.