Después de 34 días de ausencia pública, la presidente Cristina Fernández volvió al escenario político anunciando la creación del plan Progresar, para la inclusión social de los jóvenes que ni estudian ni trabajan. Según la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, que contrasta con los dudosos datos de pobreza del INDEC, en 2012 los "ni-ni" fueron el 17,4% de los jóvenes de 18 a 24 años.

El programa anunciado dará 600 pesos mensuales a jóvenes de esa edad para incentivarlos a estudiar, a cambio de presentar el certificado de alumno regular de escuelas públicas y un chequeo médico anual, exigencias para poder cobrar la ayuda. Como sucede con la asignación por hijo, el Estado retendrá un 20% de los $600 para que los jóvenes cumplan con los requisitos y la gran diferencia con otras ayudas estatales es que lo financiará el Tesoro nacional y no la Anses, como sucede con el resto de los programas.

Según los datos que mostró la Presidenta, el universo de beneficiarios será de 1.555.817 y afirmó que en esa franja de menores recursos es donde se detectó la mayor desocupación del total de desempleo. El impacto económico para las complicadas arcas estatales no es menor: serán 11.202 millones de pesos, según la estimación que realizó la Anses, que a pesar de que no pagará, será la que organice la inscripción y puesta en marcha del plan. En paralelo, el Ministerio de Trabajo instrumentará cursos de capacitación laboral, otro de los requisitos del programa.

Los "’ni-ni” son la muestra más palmaria de que subsistencia no es lo mismo que existencia y que ningún esfuerzo aislado sostendrá sus frutos en el tiempo sin políticas globales permanentes. Necesitamos en forma urgente recuperar la cultura del esfuerzo y reconstruir el valor de las instituciones. Los jóvenes que hoy no tienen ni estudio ni trabajo son casi invisibles hasta que enferman gravemente o delinquen. Y, entonces, ya es muy tarde.

En "Vidas desperdiciadas", el sociólogo polaco Zygmunt Bauman habla de las sociedades modernas como gigantescas factorías de seres destinados al desperdicio, colocados en el lugar de la sobra. Pero en ninguna parte los jóvenes debieran considerarse como sujetos de descarte sino como ciudadanos activos de un presente de progreso integral que los prepare para un futuro promisorio.