Sin lugar a dudas, la lapidación debe ser una de las torturas más horribles que se pueda imaginar, el ser humano puede soportar fuertes golpes, más precisamente pedradas, sin perder el conocimiento, asegurándosele así una muerte muy dolorosa y lenta.
En Irán, el frío texto del Código Penal de la República Islámica vigente desde la revolución de 1979, describe a la perfección (artículos 98 al 107), el proceso de dicha ejecución. En primer lugar, se entierra en un agujero al condenado, "hasta la cintura” si es un hombre y "hasta por encima de los senos” en el caso de las mujeres, (artículo 102), perdonándosele la vida en caso de que el reo pueda escapar, tarea por demás difícil dado el estado en que se encuentra el acusado. Así, el artículo 104, determina la cantidad y tamaño de las piedras que le deben ser arrojadas, "no pueden ser tan grandes como para que maten a la víctima al primer o segundo golpe, pero tampoco tan pequeñas que no puedan ser llamadas piedras”.
Sakineh Ashtiani, de 43 años y madre de dos hijos, confesó una de las "hadd” (ofensas) más imperdonables para el mundo y el hombre musulmán, el adulterio. Sakineh ya había sido condenada con anterioridad a la dolorosa pena de noventa y nueve latigazos por esa "relación ilícita”. Ahora, se encuentra entre las siete mujeres que dolorosamente esperan ser lapidadas. Por el hecho de haber confesado su relación impura y espuria, tendrá "el doloroso honor” de que sea el Sr. Juez quien le arroje la primera piedra. Si hubiera sido descubierta y habido testigos de tan terrible delito, serían éstos los primeros en apedrearla; a continuación, vendría la piedra del juez y después las del resto de los presentes en la ejecución, que por ley no pueden ser menos de tres. Va de suyo que la adúltera Sakineh morirá luego de soportar una lluvia de piedras, después de una larga y lenta agonía, causada por la caudalosa hemorragia de su nariz, de su boca, sus ojos reventados o la fractura de su magullado cráneo.
Si bien esta práctica es antiquísima para el castigo del adulterio -ya aparece en el Deuteronomio del Antiguo Testamento-, de allí la frase de Jesús de Nazaret: "quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, es una ejecución aún aplicada en pleno Siglo XXI en casi una docena de países del mundo musulmán, Somalia, Irán, Sudán, el norte de Nigeria, Pakistán, Afganistán, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Indonesia y Yemen, aunque la interpretación (ijthad) difiere en cuanto a su aplicación y alcances según la doctrina de los faquíes (juristas) y la jurisprudencia (fiqh) de cada uno de éstos países.
La sharía, (también transcrito como jaría o shariah) significa literalmente "el camino al manantial”, es considerado como el cuerpo del Derecho Islámico. Reconoce sus fuentes en el Corán que es una revelación divina y el "hadiz” (recopilación de hechos y dichos de Mahoma). No constituye un texto codificado ni un sistema de justicia criminal, sino de un sistema de prescripciones sobre cómo debe vivir el musulmán, amalgamándose en la sharía los conceptos de justicia y religión, razón por la cual en la mayoría de los países árabes (que sólo suponen una cuarta parte de los musulmanes del mundo) se mantiene un sistema doble de tribunales civiles y religiosos, ocupándose estos últimos de la institución matrimonial.
Este mismo sistema legal castiga el robo con la amputación de las manos y la "fornicación” fuera del matrimonio, la homosexualidad y el consumo de alcohol con 100 o 99 latigazos, según el caso.
En 2001, el caso de Amina Lawal dio la vuelta al mundo. Esta adúltera nigeriana fue condenada por haberse quedado embarazada fuera de su matrimonio.
A través de Internet, -la primera ciberacción global realizada por organizaciones de derechos humanos, (más de 9,5 millones de firmas recogidas por Amnistía Internacional), su caso consiguió dar la vuelta al mundo, logrando no solo que su sentencia de muerte por lapidación fuera anulada, sino que fuera absuelta tres años después, en razón que el Supremo Tribunal de Sharía consideró que Amina no tuvo oportunidad de defenderse.
Resulta temerosamente increíble que este tipo de leyes, codificaciones trogloditas y retrógradas que prevén este tipo de ejecuciones, completamente vejatorias y violatorias a todos los pactos y convenciones existentes en materia de Derechos Humanos, sigan vigentes al día de la fecha.
