El día era pesado. El viento soplaba fuerte en la Patagonia austral. Sentía a San Juan distante. Los temblores externos de la sabia naturaleza opacaban las ideas internas. Y, la nueva Francia, temblaba al ritmo de las bombas y las itakas fundamentalistas voraces. El clima bélico parecía resurgir en la tierra, con ataques aéreos, en aquél país de los supuestos causantes de la muerte. El papa Francisco en los diarios se lamentaba cuando usaban el nombre de Dios para matar gente. Se me caían las lágrimas escribiendo. Tal vez, un atrevimiento añejo, suene en ello, cuando a mí el lenguaje despojado de los medios periodísticos tradicionales, no me va. La subjetividad me invade la piel, y la sangre alimenta mis ideas, fuera de los comentaristas entongados. Cuando armé el arbolito de Navidad, coloqué una simple estrella, casi como buscando simbolizar la esperanza, a tanta intolerancia y muerte. Las ideologías actuales alimentan más la violencia a la carencia de ideas sólidas. Es mejor lograr algún puestito salvador en cualquier rincón a jugársela en serio. Sólo sentí que colocaba una estrella para frenar la hipocresía, cuando varios presupuestos actuales se dibujan, intentando salir del apuro a tanto vacío y precariedad. La violencia emerge hasta en los poros.

El crudo invierno con rocío alumbra al fantasma del hastío. El rudo invierno con su frío parecía volver en este comienzo del verano. Esta nota en el diario quiero que aparezca implorando ‘La cultura tolerante”. Y, recientemente, veía el clima de subida de tono actual que muchos niegan, en una clara foto. La foto ejemplificativa de la intolerancia que se vive en casi todos los ámbitos de la vida actual. Y, la película de la cultura tolerante, invita primero a tolerarnos entre nosotros, en el simple ámbito doméstico, para poder construir desde allí, la compleja vida social.

Un ejemplo concreto de violencia femicida actual ilustra gráficamente mis ideas, ante tantas teorías vagas. Los filósofos caen si se niega el simple respeto y la familiaridad. La cultura del más fuerte sobre el más débil, caló hondo en la cultura intolerante actual, en aquella idea nefasta de Nietzsche, augurando que la familiaridad mata. Y, hoy en día, casi no somos capaces de confiar ni en nosotros mismos. Estamos tan perdidos que la desconfianza alimenta nuestro Ser. Heidegger ha muerto, y Harendt subsiste, ante tanta inhumanidad. El clima de sospecha externo nos carcome en lo interno. La bestialidad resurge ante la vida que no vale nada. El dinero lo puede todo. Compra voluntades y países haciéndonos crecer demasiado rápido. Las caricias de la infancia no la extrañamos. Las simples bestias desnudan nuestra impunidad. La adultez nos corrompe a golpes prontamente. Y, tan prontamente, que nunca se vio tan bastardeada las palabras y las acciones como en nuestra era: ‘La era del gran vacío”. Y, el ridículo llega al extremo, en tantas víctimas que tienen mucho para contar, fruto de este sistema actual ¿Cuáles son pues las víctimas de este sistema? ¿En qué dice Usted que se dibuja el presupuesto? ¡Quien se cree usted! ¿De qué planeta vino? Veámoslo en un ejemplo concreto, no sentido: ‘Este mundo da tantas víctimas como victimarios”, y a ello, lo noté en una entrevista hecha a la escritora Alejandra Rey cuando presentó su libro.

No nos reconoceremos como Nación más allá de las ideas, si no sabemos convivir entre nosotros. Y, se realizó en la tierra de los confines del mundo, pero no de las ideas, la presentación del libro de Alejandra Rey ‘Todas las veces que me salvé”. El ambiente cálido preparaba el escenario propicio para la escucha de la disertante en el marco de una política de lucha contra la violencia de género. La autora invita desde su libro a edificar una cultura más tolerante y desde este Diario me sumo a ello. Es que abundan casos de violencia hacia las mujeres en nuestro país y el mundo entero. El tema de la violencia, femicidio, muerte, guerra, siguen preocupando a Neuquén, San Juan, a nivel nacional y universal. Es que ahora, más que nunca, el presente, invita a no repetir los errores del pasado, construyendo una cultura del diálogo y la tolerancia.

¿Qué estamos esperando pues para agarrar a nuestra madre, padre, hermano, novia, amigo, vecino, tío, abuelo, jefe, primo o prima, y decirle en la selfie, que nos saquemos juntos: Eres lo mejor que me ha pasado, te quiero, con todo mi corazón? No lo desaproveches, la vida en un simple instante se nos va, y el amor es lo que realmente nos salvará.