Gran cantidad de tinta viene insumiendo el tema cuyo análisis intentaremos abordar, no sin temor a hacer redundantes, no obstante, lo asaz valioso del resultado justifican el empeño o la porfía: esto es el abordaje de varias décadas de decadencia en la Argentina, máxime cuando se puede percibir en la actualidad el intento cíclope por establecer el horizonte definitivo que le cabe al Estado argentino, respecto de lo cual han de estar orientadas las discusiones y debate, tanto en el orden ideológico como en el orden práctico. Como se puede inferir la lógica del análisis remite a la raíz del asunto: el paupérrimo nivel axiológico generador del decurso histórico que venimos transitando, cuestión fundamental que resulta imprescindible poner de manifiesto para que queden en evidencia las hipocresías en el debate, a fin de que en la discusión seria no tengan cabida las especulaciones maliciosas con sed de poder, para que en la puja legítima por el poder, no se entreveren posiciones que hacen sopesar sobre el bien común, su avaricia incontenible que no repara en las consecuencias.

 

Plantarnos y ponernos firmes en que como se viene escribiendo la historia nos mantiene estancados en la decadencia, nos debe sacudir fuertemente la conciencia y herir el orgullo personal…

Plantarnos y ponernos firmes en que como se viene escribiendo la historia nos mantiene estancados en la decadencia, nos debe sacudir fuertemente la conciencia, herir el orgullo personal, que nos lleve a adoptar el criterio cultural valorativo que nos permita alcanzar la superación definitiva de largos períodos de atraso. Como se dijo ut supra, se pretende aparentemente configurar en el presente, la oportunidad histórica que conduzca en ese sentido. Dejarla pasar sin más, valer decir, sin hacer el mínimo aporte al cual cada uno está obligado, importa lisa y llanamente colocarnos el cómodo y a medida traje del exacerbado individualismo que no repara en absoluto en los demás, no sin la obtusa mirada que nos impide percatarnos que a la larga la debacle nos atañe a todos. He ahí la esencia de la decadencia. Ahora bien se tiene la conciencia y/o el conocimiento del problema, está abierta la oportunidad de actuar, ergo la decisión cae por su peso, sin embargo lo que en teoría parece una obviedad, la realidad para nada reciente atestigua exactamente lo contrario. Cuantos más tremendos remezones serán menester para torcer este largo derrotero. O será como se viene repitiendo hasta el hartazgo que somos incorregibles, reflexión demasiado seductora que insta a asumir una posición que soslaya todo tipo de compromiso o responsabilidad, a fin de cuentas dada una supuesta condición inexorable, que invita de antemano a escatimar esfuerzos que se saben en vano. Santos Discépolo, ícono de Buenos Aires, autor de lo que bien puede considerarse un “himno” para los argentinos, describió magistralmente en aquel tango el estándar cultural nuestro, coincidentemente hace varias décadas atrás. Pues bien, es hora de que nos demos cuenta que: no da lo mismo ser un burro que un gran profesor… que el que no afana es un gil…