Tan inédito y sorpresivo, como fue su triunfo en las elecciones generales de 2005, el presidente de Bolivia Evo Morales tuvo su primer revés electoral el domingo pasado, al perder el referendo para buscar un cuarto mandato, según oficializó ayer la justicia electoral, confirmando el debilitamiento político del primer gobierno indigenista del vecinos país.
Si bien el ‘No” triunfó, por un escaso margen porcentual de 2,6 puntos, parecía impensado este revés en las urnas, después que en octubre de 2014 Morales fue impulsado hacia un tercer período presidencial con el apoyo de más del 60% de los bolivianos. Pero ahora deberá entregar el mando a un sucesor el 22 de enero de 2020, al frustrarse la aspiración de la reelección indefinida.

Así el oficialismo tiene muchos motivos para preocuparse, y más para el vicepresidente, Álvaro García Linera, principal promotor del proyecto continuista, porque a su juicio el liderazgo de Evo Morales era irreemplazable y por ello el éxito del modelo político de izquierda dependía de la continuidad del Gobierno. Estaba más confiado todavía, porque la estadísticas indicaban que jamás los opositores tuvieron un caudal significativo de votos.
Pero tampoco la oposición tiene mucho para festejar, más allá de haber logrado el ‘rescate de la democracia”, como sostenía en la campaña, ya que por ahora no existe en Bolivia una alternativa política que incluya características como el de nuevos liderazgos o propuestas reales de cambio. Agruparse por el No a Morales, es diferente al propósito de construir una verdadera fuerza para el cambio con un movimiento de agrupaciones juveniles, pensadores de izquierda, dirigentes sindicales y políticos que empezaron su carrera junto al actual presidente y que ahora están en la disidencia. Varios de los antiguos compañeros de lucha de Morales hicieron campaña en su contra durante la campaña del referendo.

El rechazo a Evo permitió la unificación de un voto que nunca se uniría detrás de una candidatura común, por lo que los desafíos para la oposición son titánicos, si quiere convertirse en una alternativa de poder creíble y viable. También refleja una tendencia latinoamericana para fortalecer las instituciones, lejos del totalitarismo demagógico. Debe reconocerse también, que Evo Morales realizó una transformación social y económica sin precedentes en Bolivia, con índices de crecimiento históricos, gracias al equilibrado manejo del Estado, más allá del populismo de sus acciones.