La crisis económica en los Estados Unidos concluyó oficialmente en 2009, según las cifras exhibidas por el presidente Barack Obama sobre una evolución macroeconómica con recuperación del empleo, por ejemplo, entre otras variables que afectan a la población. Sin embargo, la secuela del colapso sigue provocando graves distorsiones sociales con dificultades para mantener incluso la austeridad, lejos de aquel bienestar del ”sueño americano”.

Ahora una familia tipo no puede cubrir los gastos mensuales en Nueva York, el símbolo del capitalismo global, y referencia económica del país. El último informe del alcalde Michael Bloomberg, basada en números de 2005 y 2011, refleja aumento de los niveles de pobreza en la ciudad de los rascacielos, después de decretarse oficialmente el final de la recesión, hace cuatro años.

Los analistas fijaron el umbral de pobreza en ingresos anuales de alrededor de 31.000 dólares ($ 280.000 a la cotización del ”blue”) para una familia de dos adultos y dos chicos, una realidad a la que se enfrentaron algo más de uno de cada cinco neoyorquinos en 2011, un 2% más que en 2009, según el Center for Economic Oportunity. Es decir, no se considera pobres a los hogares con ganancias anuales de 31.000 dólares, pero el 46% de los neoyorquinos está muy cerca de ese piso, con ingresos por debajo de 46.000 dólares, lo que les impide beneficiarse de ayudas sociales federales como los programas nutricionales y de servicios sociales.

Si bien no es una novedad que en Nueva York exista enorme opulencia de la que hacen ostentación multimillonarios y celebridades mundiales, la pobreza y la indigencia siempre existieron en los barrios marginales, incluso cercanos a Wall Street, el corazón financiero de la globalización. El problema es que ahora el abismo que separa a los inmensamente ricos de los desamparados, es gigantesco. Las últimas cifras de la pobreza señalan a los asiáticos (26,5%), hispanos (25,1%),

afroamericanos (21,4%) y blancos (15,4%), como los grupos raciales más vulnerables.

Ante este panorama, que no parece tener una salida fácil porque todo está condicionado a la evolución mundial de la economía, se levantan críticas hacia Washington porque valiéndose de un tecnicismo estadístico que no refleja la realidad nacional, se están recortando las ayudas sociales en todo el país y particularmente en urbes como la neoyorquina donde se siente con mayor crudeza la pérdida de ingresos y los niveles desproporcionados de desempleo.