Las imágenes que se han divulgado revelando la verdadera situación que se vive en el Hospital Domingo Ceballos, el neuropsiquiátrico más conocido como Colonia Alborada, en Córdoba, demuestran una realidad de atropello a la dignidad de la persona humana. La desidia y el abandono que pesan sobre el se revelan tan sólo con observar algunas de las fotografías que registran imágenes desgarradoras de la indiferencia padecida por quienes allí se alojan.
La legisladora del Frente Cívico y una de las responsables de la investigación del pabellón psiquiátrico, Liliana Montero, calificó esta realidad como la de un "’verdadero campo de concentración, con pacientes desprovistos de su dignidad y su humanidad”. Allí las enfermeras no dan abasto. En efecto, hay tres a la mañana, dos a la tarde y a la noche por cada 70 pacientes. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 1 cada 8.
Todos estamos al tanto de los enormes progresos médicos. Lamentablemente, estos adelantos no sólo no han ido acompañados por los principios básicos de la medicina, que alguna vez primaron, y que consistían en acompañar y estar al lado de los enfermos, sino que, por el contrario, se han alejado cada día más de ellos. Los primeros tratamientos que deben darse a los enfermos se basan en estar, tocar; escuchar y ver. Estos "fármacos base” constituyen el principio sobre el cual actúan todos los demás. Reencontrarlos, recordarlos y ponerlos en práctica no es tarea fácil, pero constituye la base para un tratamiento no sólo íntegro, sino con sentido.
Cuando el enfermo es reconocido como persona, de modo tal que puede ser mas allá de su dolencia, comienzan a hacerse evidentes los efectos de la "medicación base”, fácilmente observables. Uno de los resultados que trae la ausencia de compromiso, es la indiferencia. Estas dos son las responsables directas de la aparición de la temida pérdida de la dignidad de la persona que se encuentra enferma. Hay que dignificar, entonces, a la persona que sufre alguna dolencia física o psíquica.
Por eso debería desterrarse el término "pacientes”, ya que si de algo están hartos los enfermos es de esperar. La calidad de vida es un fin en sí mismo y es necesario apuntar a ese objetivo en forma diaria desde todas las ramas de la medicina.