Las reformas políticas y económicas impulsadas desde hace dos años por el presidente de Cuba, Raúl Castro, siguen avanzando lentamente con medidas atípicas para un cerrado sistema socialista que se mantiene por más de medio siglo. La principal coyuntura es económica e insostenible frente a los principios de la revolución, deteriorada desde el colapso soviético y ahora temerosa que Venezuela reduzca o anule la gigantesca ayuda petrolera otorgada por Hugo Chávez.

Por eso se apuran medidas, como otorgar mayor autonomía y capacidades financieras a un grupo de empresas estatales, a modo de experimento para que logren rentabilidad y con ella mayor eficiencia y creatividad. De esta manera se espera sacar de la bancarrota a unas 3.700 empresas públicas que sobreviven gracias al paternalismo estatal.

Cuba inició hace dos años la implementación de más de 300 reformas, que incluyen la expansión del sector privado, el recorte de la enorme planta de empleados estatales, la compra y ventas de autos y casas, cambios sustanciales en el sector agrícola y la ampliación del cooperativismo. Esto se consideró un punto de partida hacia cambios más complejos que fueron ordenados por el Congreso del Partido Comunista en abril de 2011 -cuando se aprobaron las primeras reformas-, apuntando a modificar la estructura de las ineficientes empresas públicas.

Raúl, a diferencia de su hermano Fidel, líder de la revolución, reclama un "cambio de mentalidad” porque es vital para su plan de reformas y ha criticado a los burócratas que se resisten a transformar a Cuba, aunque su política no alienta los cambios radicales, como en China y Vietnam, por ejemplo, una utopía para un régimen que se quedó en la historia.