La gente que en general vive apresuradamente advierte ciertas anomalías culturales pero no busca las causas. No advierte que cuando la educación no cumple todos sus cometidos, el déficit se ve en la sociedad a través de distintas manifestaciones de comportamiento.
Fuimos un país culto y educado y el aflojamiento de estas virtudes nacionales tiene una causa principal, que es la falta de continuidad de los planes educativos. Algo que se produce porque, desde hace mucho tiempo, cada ministro nacional que accedió a ese cargo quiso implementar sus propias ideas, con resultados negativos, y por eso la educación vive ensayando las ideas y proyectos de quien accede a las máximas funciones. Esa falta de continuidad en las políticas educativas no fue evaluada tampoco por el Consejo Federal de Educación, ni tampoco en reuniones de ministros del área, y ello permitió que se ahondara el deterioro.
Hace muchos años Antonio de Gamarra, funcionario de la Unesco que participó en una reunión en Buenos Aires, dijo: "apuraos porque Uruguay os pasó y Chile está a punto de hacerlo". Uruguay y Chile cambiaron gobiernos pero sus planes de educación fueron mejorados, nunca cambiados. Chile hizo el gran cambio con Eduardo Frei Montalva y Uruguay tuvo la virtud de mejorar siempre el plan que tenía y sus resultados se advierten en la educación generalizada. La gran pregunta es cómo se recupera la educación que va mucho más allá de programas que demandaría la participación de muchas instituciones.
Hay una declaración de la Unesco -México 1982- que debería estar en todas las escuelas del país: "la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden".
Tal vez la primera medida sea no entregarse a la frivolidad pasajera porque es un momento en el que se vive con ligereza, sin meditar lo que se hace, sin proyectar para lo que demanda el bien común. Se comprende que a los jóvenes les cueste sostenerse bien porque todo está volcado a exaltar sus emociones, modas y preferencias. No obstante, la capacidad natural de los jóvenes aplicada a sus proyectos pueden llegar a la genialidad.