Entre los grandes desafíos que nuestro país deberá afrontar en los próximos años está el de la modernización de la economía, mejorar la seguridad, insertarse en el mundo y, lo que se ha dado en llamar la expansión del talento. Es un hecho de que cada uno de estos procesos deben estar enmarcado en una sociedad del conocimiento, en la que se están produciendo grandes cambios que inciden directamente en la relación que existe entre la educación y el empleo al que podrán acceder las nuevas generaciones.
Si bien es cierto que la Argentina fue durante mucho tiempo líder en educación en Latinoamérica, tanto a nivel universitario como técnico, en las últimas décadas esta posición se fue perdiendo, según las pruebas internacionales de rendimiento educativo. Es por ello que entre los objetivos de la nueva gestión del Gobierno Nacional, está la de vincular la calidad educativa con la movilidad social, promoviendo que los alumnos puedan acceder a una mejor escuela pública que los forme para desempeñarse en la vida y en el trabajo.
Desde el Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), que depende del Ministerio de Educación y Deportes, existe el convencimiento de que en esa formación para el trabajo es donde más se debería crecer. En el país hay más de 600.000 estudiantes en escuelas secundarias técnicas, alrededor de 200.000 en técnicos terciarios y más de 400.000 en centros de formación profesional, pero estas cifras resultan escasas si se las compara con el total de la población que necesita formación para desempeñarse en un trabajo.
Se ha comprobado que actualmente en la Argentina se invierte más en educación universitaria que en educación técnico-profesional. En la primera se invierte más del doble de recursos siendo que el nivel de graduación no supera el 10% por año. Esto hace que haya más de 20 millones de adultos sin estudios universitarios, que no están en el sistema formal de enseñanza, pero que representan una parte fundamental de la población económicamente activa que necesita formación.
Una economía abierta al mundo, competitiva y de alto crecimiento requerirá sin duda de una efectiva inversión en capital humano, donde un mayor acceso a la educación de todos los sectores sociales debe complementarse con altos niveles de calidad en términos académicos y con la ‘empleabilidad” que debe surgir de un país cada vez más productivo.