La profundidad de la crisis económica en España sigue revelando realidades desalentadoras. En los primeros nueve meses de este año, creció en forma inquietante la emigración: en ese lapso, más de ocho ciudadanos por hora dejaron su patria para no volver.
Lo que es más alarmante, al tomar la muestra bianual desde el 1 de enero de 2011, y tras hacer una proyección de los datos del trimestre que resta para finalizar el año, el total de personas que habrán dejado España, incluyendo extranjeros, alcanzará el millón de personas. En total, hasta el momento, esta pérdida se cifra en alrededor de 920.000. El fenómeno, que empezó a insinuarse en 2009 y se consolidó el año pasado, con el primer saldo negativo de migrantes españoles en varias décadas, significó en lo que va del año la salida de un total de 54.912 ciudadanos nativos y nacionalizados españoles, un 21,6% más que en igual período del año anterior, cuando esa cifra fue de 45.161 personas.
La sangría demográfica se hace mucho más evidente si se considera a los inmigrantes que habían elegido radicarse en España antes de que la crisis comenzara a mostrar sus primeros efectos negativos, en 2008. La partida de mano de obra desocupada o en mala situación económica elevó el flujo de migración hacia otros países a un total de 420.150 personas hasta finales de septiembre, la mayor tasa obtenida a partir de datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas español (INE). La partida récord de españoles y extranjeros hacia otros rumbos coincide con un año de ajustes sin precedente del gasto público y pronósticos pesimistas sobre la economía, que parecen multiplicarse.
Las previsiones realizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el empeoramiento de la evolución del PBI para el año próximo y las estimaciones de diferentes consultoras privadas sobre el virtual mantenimiento de una tasa de desempleo superior al 20% aún en 2016 parecen haber contribuido a inclinar el tobogán migratorio. Pero la tendencia hacia el decrecimiento poblacional podría dejar efectos a largo plazo y podría exceder, incluso, a la actual crisis. Así, dentro de 9 años, en 2021, el total de habitantes de la península ibérica decrecerá desde los 46,1 millones que tiene en la actualidad hasta los 45,5 millones. La crisis española no sólo produce fuga de capitales sino que también expulsa habitantes.
