El Museo de Bellas Artes Franklin Rawson, en la capital sanjuanina.


Progresivamente la nueva normalidad comienza a vislumbrarse en distintos sectores de nuestra sociedad sanjuanina. En esta flexibilización, el ámbito de las artes y la cultura hace su esfuerzo para darle vida a sus espacios propios. Es interesante lo que, en esta dirección, los museos de la provincia están desarrollando como oferta al público. Pensemos en las actuales colecciones del Museo de Bellas Artes Franklin Rawson o la muestra "Ojo Rojo" que ofrece el Centro Cultural Conte Grand. Ambas propuestas inicialmente nos colocan ante una inquietud intelectual. Podría sucedernos que lo primero que nos surge es preguntarnos si lo que encontramos ahí es arte. Esta pregunta no ha dejado de incomodar a la filosofía del arte como a quien visita un museo. Lamentablemente no alcanzaremos a responderla ampliamente en este breve texto, sólo podemos decir que, en teoría, es arte. En todo caso me gustaría invitarte a reflexionar sobre lo significativo que podrías encontrar en un museo o en cualquier sala de exposición.


La palabra museo tiene su origen en la Grecia clásica, se refiere a los lugares de culto a las Musas. El filósofo francés Jean-Luis Déotte, reconocido por crear la teoría de los appareillage, aparatos, noción que toma W. Benjamin, ha dedicado parte de su obra a reflexionar sobre lo que el museo produjo en la sociedad y en el arte. Entiende que lo que conocemos como museo tiene su origen en el siglo XVIII, cuando surge la posibilidad de acceder públicamente a colecciones de arte distinguiéndolas de las colecciones privadas de reyes, emperadores o pontífices. Además, reconoce que la sociedad de entonces estaba preparada, gracias a ciertas circunstancias culturales, para una sensibilidad distinta y educada.


Es él quien nos hace caer en la cuenta que la pregunta sobre el arte debe su peso a la aparición de los museos como espacios en los cuales la obra que fue creada para el culto queda librada al juicio estético. Afirma que este "aparato espacial" (lugar de performance, exposición, etc.) llamado museo pone entre paréntesis la capacidad de hacer-comunidad y de hacer-mundo que tiene la obra de arte y las expone para ser contempladas. Esto quiere decir que una obra de arte creada con cierta utilidad cosmética (kosmos: orden y armonía) es colocada para ser apreciada "estéticamente", poniendo en suspenso las otras significaciones de la obra y así contemplarla de una manera específica.


Según esto, lo que deberíamos encontrar en un museo no es un objeto útil o de culto, lo que nos obliga a desechar de partida la pregunta: ¿para qué sirve?; ni tampoco es principalmente un disparador de reflexión intelectual, por lo que obviaríamos la cuestión de ¿qué significa?; sino básicamente "algo que está ahí para provocarme", provocar sensaciones, vivencias, emociones. Tomar conciencia de esto permitirá que en una visita al museo podamos entrar sin expectativas ni cuestionamientos, solo con la intención de exponernos a la provocación del arte. Pero, personalmente quisiera darle un ajuste más a la respuesta. Creo que en el museo deberías encontrarte a ti mismo, a ti misma, sintiendo, siendo provocado por la obra, mas que con una obra en particular, ni siquiera con la exigencia de esforzarte por contemplar sino más bien descubrirte frente a una vivencia nueva. Te aseguro que saldrás enriquecido. 

Por Gabriel Aravena Rodríguez
Doctor en Filosofía.