El alto desarrollo tecnológico alcanzado por nuestro país en la aplicación pacífica de la energía atómica, más entre las cinco naciones que lideran en estudios de medicina nuclear, señala la necesidad de apuntalar al sector con políticas activas que deberían fortalecer toda la cadena de valor. Es decir, desde la recuperación de los yacimientos y de las plantas procesadoras de uranio, en todo el territorio nacional, hasta potenciar la industria de la inteligencia con el aval de la experiencia adquirida durante décadas de investigación.
Argentina es muy respetada en el plano nuclear internacional. Las licitaciones obtenidas para instalar plantas de uso pacífico en varios países, caso de Australia, donde dejó funcionando el año pasado un moderno reactor adquirido llave en mano por el gobierno australiano, también alcanzan al molibdeno-99. Se trata de un radioisótopo que se utiliza en los estudios de medicina nuclear, para obtener imágenes funcionales del cerebro, el miocardio, los pulmones, el hígado, el esqueleto, la sangre y los tumores, en un 80% de los diagnósticos de avanzada, con alrededor de 70.000 imágenes médicas diarias.
El molibdeno-99, es un elemento que se obtiene de fusionar átomos de uranio enriquecido en los reactores nucleares y lo
producen prácticamente con exclusividad Canadá, Francia, Holanda, Australia, Sudáfrica y nuestra Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), mediante un desarrollo tecnológico que viene ampliando desde hace más de siete años. Las altísimas tecnologías en este ámbito permiten ingresar en ese mercado exclusivo, además de atender la demanda de los 300 centros de medicina nuclear existentes en nuestro país. Actualmente un tercio del molibdeno-99 que se utiliza en Brasil, es provisto por la CNEA, y también se vende al resto de América latina. Además, se está transfiriendo tecnología a Australia y a Egipto, donde se está montando una planta con asesoramiento de ingenieros y de técnicos argentinos, e incluso se estudia la posibilidad de transferir la tecnología criolla nada menos que a los Estados Unidos.
Este enorme potencial merece una política de Estado que asegure una evolución constante en cuanto a desarrollo e investigación, pero también ubicar a la alta tecnología argentina en un sitial de liderazgo nuclear indiscutido.