El déficit energético argentino es tan crónico, con la necesidad de importar combustibles en ultramar, y también electricidad desde países vecinos. Además la precaria matriz energética del país es objeto de replanteo frente a lo compromisos internacionales para disponer de fuentes alternativas y limpias. Por eso los proyectos de diversificación se basan en la eólica, solar, hídrica y la atómica, por no ser contaminantes.
En esta última, el gobierno de la expresidenta Cristina Fernández puso énfasis en construir Atucha IV, la proyectada quinta central nuclear argentina. Desde 2014 se realizaron varios actos con anuncios de construcción inminente de esta cuarta usina del complejo Atucha, ubicado en Zárate, para sumarla al sistema nacional integrado también por la Central de Embalse, en Córdoba. Pero como todos los pomposos lanzamientos del kirchnerismo, la realidad actual es que Atucha IV no tiene presupuesto ni lugar de ejecución, pero sí lujosas oficinas porteñas y un 75% de personal ocioso.
En el Gobierno estiman que prácticamente los empleados directos e indirectos no tienen tareas y no hay dinero para mantener los contratos con constructoras. Es decir 2.000 puestos de trabajo son insostenibles a partir del 31 de este mes, cuando se suspendan los acuerdos con las empresas que deberían iniciar la obra.
Para tener idea de la irresponsable decisión anterior, todavía está pendiente la firma del convenio financiero entre los contratos con China, y tampoco se compraron los terrenos donde se construiría Atucha IV, en la localidad bonaerense de Lima. Todo falsa expectativa de anuncio propagandístico y la frustración de miles de trabajadores, la mayoría de Zárate.