La historia política de la Argentina se nutre de liderazgos indiscutidos, como el de Néstor Carlos Kirchner, hitos en la evolución de nuestra vida democrática, que imponen modelos sustentados con gran convicción, coraje y creciente apoyo popular. Es una forma de hacer política con pasión arrolladora para generar cambios políticos, económicos y sociales, con riesgo de transitar por la cornisa de la institucionalidad.

Néstor Kirchner fue un político atípico, un hombre público acompañado por el éxito desde sus primeros pasos en la intendencia de Río Gallegos, su ciudad natal, y en los sucesivos mandatos como gobernador de Santa Cruz. Fue un "político de raza”, según la jerga partidaria, que comenzó a recorrer el país con perfil desconocido de militante y la virtud de observar el horizonte por encima del dirigente común. En esa etapa convocante en procura del papel relevante que le deparara la historia, su nombre comenzó a ganar lugar en la escena política nacional, en medio del descrédito generalizado hacia la clase política, como consecuencia de la peor crisis económica, con riesgo institucional, de las últimas décadas. A este luchador desconocido lo vimos ingresar en esta redacción de la mano de José Camacho, el entonces intendente de Chimbas, y uno de los primeros que creyó en su comprometida transversalidad innovadora.

Kirchner nunca dejó del poder, lo siguió ejerciendo en todas las etapas de su actividad pública, acompañando la gestión presidencial de su esposa, que debió replantearla frente a problemas cruciales que debían indefectiblemente tener soluciones consensuadas y estrategias surgidas en Olivos. La figura arrolladora de Kirchner puso en segundo plano a su precaria salud, no obstante las reiteradas advertencias para que diera un paso al costado en la política. Por el contrario, entró de lleno a recomponer su tropa sin transigir, menos retroceder, y apostar al todo o nada. Esta vez ganó la mano del destino.

Ahora comienza una etapa donde la gobernabilidad plantea nuevo planes de acción. Cristina Fernández de Kirchner tiene un año por delante con un clima favorable para ejecutar las propuestas que la llevaron al poder y debió resignar por los primeros tropiezos. La institucionalidad está intacta, solo falta gobernar para todos los argentinos, apostando al crecimiento y no a la hegemonía del poder.