En este alerta necesario a los ojos del mundo, los signos y resultados lo son a partir de estrategias donde el centro del universo no es el hombre visto desde sus bondades por lo que es ni por sus aspiraciones, sino un hombre aplicando la simple regla de sálvese quién pueda.

No todo está perdido sino lo contrario. Representa darse cuenta que la lucha por restablecer lo que es del ser humano será más ardua aún. El mundo vive en un estado permanente de zozobra, de inequidad y de injusticia. El hombre está afectado en su integridad. Los modernos estudiosos, en su afán por definirle, no aceptan determinados extravíos que lo desnaturalizan tangencialmente. Por eso es importantísimo remarcar cuánto somos por constitución, aunque mucho más lo somos cuando nos reconocemos en ella.

No se trata de apreciar la necesidad humana que concibe un orden físico y metafísico para luego vislumbrar la incertidumbre o el caos. Es mucho más simple, porque al comprender el sentido y orientación de la vida inmediatamente cambian nuestros parámetros de la relación humana y con las cosas. Lo que no puede desconocerse es que las realidades se transforman desde acciones voluntarias concretas. Es la inteligencia humana la que mueve una estrategia preconcebida y previsible para diagramar los proyectos y su factibilidad en la perspectiva hacedora.

Necesitamos introducirnos desde la alta escuela filosófica, en la profundización de la investigación de la ética que se deduce necesariamente en la política. Mejorar y perfeccionar esta herramienta fundacional de la organización humana es imperativo si pretendemos incorporar a las jóvenes generaciones al fascinante mundo de la política, en esa gradualidad que desde la sabia enseñanza no ensoberbezca la matriz del joven en su natural rebeldía.

Debemos asumir nuestros desencuentros para asumir también las formas de reencuentro. La sociedad no hace posible su realización porque no es una labor individual ni de sectores y sólo es posible cuando la sociedad toda se realiza. La política es la herramienta de los altos fines del hombre pero el sujeto productor de esa historia ha trabajado sin denuedo para enlodar su denominación. La política no es mala palabra, y la alta política lo es mucho menos. Es simple entenderlo, pero se necesitan predicadores de la política que expliquen el sentido y trascendencia del bien común y generar las motivaciones que nos impulsen hacia esos fines, partiendo de la base que aumentar la producción y la riqueza es la base de toda transformación.

El hombre es un ser político por naturaleza pero necesita codearse con el precepto que define la concepción filosófica de su predicamento porque se relaciona con la concepción de la vida. La acción no puede carecer sin el fundamento que es previo a todo acto para que sus resultados tengan una previsión y no sean el producto del azar. En las etapas difíciles, las comunidades, consustanciadas con sus valores, han comenzado a cambiar a partir de las formas y esto es lo increíble de entender la simpleza de esta epopeya. Se trata de formas que permitan un nuevo modo y calidad de participación y de relación. Esta enseñanza primigenia hace posible su funcionalidad desde valores que en comunidad no se desdeñan y siempre están.