La influencia romana en la política y la justicia moderna. 


De acuerdo con la opinión de T.R. Reid, el romano Quintus Horatius era un escribano que componía versos y conocía a soldados, jueces, y políticos; fue nada más ni nada menos que Horacio. En efecto, cuando en el año 23 a.C. dio los últimos toques a sus "Odas" escribió: "He erigido un monumento más perenne que el bronce y más alto que las pirámides, jamás moriré del todo". Este epílogo de las "Odas" se podría interpretar como un tributo a la Ciudad Eterna y su influencia.


Con el tiempo Roma cayó pero su perennidad está presente en las lenguas, literatura, arquitectura, ingeniería, en el derecho y otros rasgos culturales. Inventaron el alfabeto latino, en el 600 a.C. utilizaban las letras mayúsculas luego las minúsculas. La lengua hablada y escrita está salpicada de expresiones latinas: "alma mater", "ego", "ipso facto", "persona non grata", "per capita", "sui generis", etc. Pero la mayor aportación de Roma es su enorme cuerpo de leyes y normas de jurisprudencia. Una ley que proteja al individuo contra el abuso de los demás o del Estado impera actualmente.


Presionados por el pueblo los gobernantes promulgaron códigos escritos. Primero, el de las Doce Tablas (459 a.C.) y en el 534 DC Justiniano promulgó el que lleva su nombre y que hoy es fundamental del derecho occidental. Había jurados y jueces severos y benévolos, acusadores y defensores astutos como Cicerón a quien se deben muchas de las actuales tácticas de defensa. En sus alegatos ante el jurado empleaba el recurso de atacar a la parte contraria, al tiempo que insistía que esa no era su intención. Podría haber salido con algo como: "Hoy me limitaré a hablarles de la inocencia de mi cliente, sin tener en cuenta el hecho de que el acusador es un mujeriego que golpea a su esposa y roba a los necesitados".


También tenía leyes para proteger los derechos de los acusados, de lo cual se benefició el mismo San Pablo que fue detenido por alterar el orden público. Les hizo notar su condición de ciudadano romano. De inmediato lo dejaron libre en espera de someterlo a juicio. Poco después los sumos sacerdotes de Jerusalén se quejaron de la inacción de las autoridades ante el Procurador romano quien les respondió con una cátedra sobre derechos elementales: "No es costumbre romana entregar a un acusado antes que comparezca ante los acusadores y tenga oportunidad de defenderse de la acusación".


Desde el punto de vista moderno las semejanzas de los procedimientos judiciales importan menos que el respeto de los romanos por el imperio de la ley, condición indispensable de regímenes democráticos. Poco se podía hacer si Nerón o Calígula decidían pisotear la ley, pero en la mayoría de los casos hasta el emperador se sentía obligado a obedecerla. Desde los años 509 al 49 a.C. los proyectos de ley debían ser aprobados por dos cámaras, la del pueblo o comicios y el Senado representado por la clase alta. Este modelo bicameral es el que han adoptado casi todas las constituciones democráticas modernas.

Por Carlos R. Buscemi
Escritor.