La educación es un derecho; todo niño tiene derecho a concurrir a la escuela de su barrio. La escuela es el ámbito que educa, socializa e integra y la llave que posibilita nuevas y superiores integraciones sociales. Pero no es tan así. El sistema educativo divide a nuestros niños desde chiquitos, separando a los que tienen diversas patologías sin posibilidad de convivir en la escuela común con sus hermanos, primos y vecinos. Y si en su práctica escolar sólo se relaciona con chicos con dificultades similares lo limitamos.
El hombre como ser social, para desarrollarse plenamente necesita el grupo donde interactuar, identificarse, incluirse, sentir pertenencia, en un proceso de comunicación y aprendizaje donde cada sujeto reconoce al otro como diferenciado de sí, a la vez que relacionado con él. En la tarea, que es la marcha del grupo hacia su objetivo, cada integrante aporta sus posibilidades, desarrolla y potencia sus capacidades, adquiere y descubre nuevas.
Es posible y necesaria la integración escolar con la participación de docentes, maestros especiales, psicopedagogos, psicólogos, etc. Son clave la integración del grupo pedagógico que lleve adelante la experiencia y la integración de la comunidad educativa. Hay experiencias interesantes acá, que sería bueno rescatar, y nombro a las maestras rurales porque son integradoras, y escuelas de San Luis, por ejemplo, donde han avanzado mucho en este tema.
Opino desde la práctica, como parte del equipo que formó la educadora Haydeé de Astigueta en la escuela de Educación Integral Platerito de Hurlingham, Buenos Aires. Comenzamos en 1966, cuando llegó una mamá llorando con su hijo dawn que quería ir a la escuela y no lo recibían; así llegó Alfonsino, Jorge y chicos con otras dificultades; convocamos a los especialistas y protagonizamos una experiencia maravillosa. Pero Haydeé era integradora desde siempre. Los prejuicios eran enormes, muchos padres querían sacar a sus hijos pensando que podrían contagiarse, convencimos a la mayoría; la supervisión era casi acosadora, comprobaron que el rendimiento escolar era alto. Las actividades estéticas, las salidas, eran vivencias fundamentales para la integración. Caminar lento en los paseos para que los chicos con dificultad motora no se quedaran atrás, escuchar con paciencia al que tartamudeaba hasta que contara lo suyo, ayudar a un compañero a resolver un problema no impidió a nuestros alumnos ser operarios, técnicos, docentes, comerciantes, profesionales, juez, etc. Sí les permitió a todos crecer solidarios, creativos y felices.
Como decía Juan Ramón Jiménez "el hombre debe marchar por la vida con las dos piernas de la aurora: la de la inteligencia y la del corazón".