No sólo la moneda se ha devaluado en esta Argentina de hoy. El apreciado valor de la palabra, sobre todo de ésta, en boca de la clase dirigente, también se ha depreciado sustancialmente en los últimos tiempos.

El lenguaje es el medio de comunicación por excelencia del ser humano. Según la concepción de hombre y la valoración que tengamos de nosotros mismos y de los otros, será el valor que le damos a la palabra como medio para el encuentro. Cuando la sociedad muestra un deterioro en el lenguaje, está claramente señalando que no le interesa el proyecto de vida de sus ciudadanos, ni el encuentro entre éstos. La palabra ha perdido valor: las afirmaciones no son tales, los juicios sin evidencias que los fundamenten están en las conversaciones cotidianas, el hablar de lo que no se sabe es una práctica cotidiana. El uso de las "malas palabras" es cómodo, mediocre, masificante y con frecuencia, una grave falta de respeto a los otros. El término "respeto" significa etimológicamente "mirar alrededor". Hay que saber mirar de ese modo antes de hablar, para comprender que no todo lo que se piensa se puede decir, ya que puede herir, insultar, injuriar o menoscabar el honor de los demás.

Quienes dicen ser dirigentes políticos o sociales, no están exentos del deber de educar y comunicar con sus dichos. Los términos soeces, o de desprestigio hacia los otros, no son nunca vehículos de comunicación sino de crispación y violencia. En un sistema presidencialista como el de la Argentina no hay cargo alguno de mayor significación institucional que aquel desde el cual se ejerce, de manera unipersonal, el Poder Ejecutivo de la Nación.

Corresponde a todos, velar por la prestancia de la representación soberana y popular que desde allí se ejerce, porque representa a todos los ciudadanos de esta Nación. Merece un repudio absoluto, la burla, y las expresiones vulgares y ofensivas, del humorista y militante político Miguel Del Sel, referidos a la Presidenta de la Nación. Lo afirmado por él, aunque luego se haya disculpado, no ayuda a la convivencia pacífica ni al diálogo que muchas veces se exige. Lo decía el humorista argentino Juan Carlos Colombres, popularmente conocido por su pseudónimo Landrú, que durante muchos años debió dibujar y referirse a los Presidentes de la Nación, que "el humor debe reconocer sus límites y respetar siempre la investidura presidencial a través de una virtud que hoy no suele estar de moda: la moderación".