Transcurría 1945 y después de varios meses de cavilaciones se tomó la terrible decisión: lanzar la bomba atómica sobre Japón. Muchos científicos que habían trabajado en el proyecto firmaron peticiones para que no se llevara a cabo. Liberaba una energía de 20.000 toneladas de TNT. Para muchos jefes militares la nueva bomba no planteaba más problemas de conciencia que una bomba de gran poder. Un científico sugirió hacer una demostración ante observadores extranjeros para incitar al gobierno japonés a que se rindiera. Pero,¿Y si la bomba fallaba? ¿Si los japoneses se negaban a enviar representantes a la demostración? ¿Si trasladaban a los prisioneros de guerra a las regiones claves y desafiaban a los norteamericanos a llevar a cabo su amenaza? También se corría el riesgo de perder la ventaja de la sorpresa.

Obviamente se planteaba una cuestión que iba a perturbar la conciencia de toda la humanidad. Después de la guerra el presidente de los EEUU Harry Truman aceptó esta responsabilidad con estas palabras…"Yo consideraba la bomba como un arma y jamás he dudado un segundo en que debiera emplearse”. El almirante William D. Leahy emitió este amargo juicio: "El empleo de esta bárbara arma tanto en Hiroshima como en Nagasaki no nos fue de ninguna utilidad. El enemigo ya estaba derrotado”. Henry L. Stimson, secretario de Estado de Defensa de los EEUU (1940-1945) dijo: "…el rostro de la guerra es la muerte, y la muerte forma parte de cada una de las órdenes que da un jefe; la bomba ha causado la muerte a más de 90.000 personas pero entre todas las que se presentaban era la menos horrible. A puesto fin a la guerra, ha detenido los raids aéreos incendiarios arrojando miles de bombas, ha suprimido el espantoso espectáculo de un choque entre grandes ejércitos”

¿Quién tenía razón? Muy pocos serán los hombres que habiendo conocido como éstos la situación desde 1945 se crean autorizados a pronunciar un juicio definitivo. Si el aspecto moral de esta decisión sigue siendo discutible, no lo son sus efectos en el terreno estrictamente militar. Pero el día fatídico había llegado. Durante la noche previa, uno de los bombarderos B-29 (Enola Gay) fue preparado minuciosamente y alistado para el vuelo. A la 1 y 37′ del día 6 de agosto, tres aviones meteorológicos despegaron y partieron rumbo a tres ciudades japonesas. A las 2 y 45′ desde la torre de control, se dio la orden de partida del Enola Gay. A 1.200 metros de altura el capitán Pearson comenzó a montar el dispositivo que haría estallar el explosivo.

La tarea le demandaría exactamente 25 minutos. A las 5.52′ el avión vuela a 2.500 metros de altura. 6.05′ sobrevuela Iwo Jima y vira enfilando directamente hacia el Japón. 7.40′: alcanza los 9.150 metros de altura preestablecidos. En ese momento los relojes japoneses señalan 1 hora menos: 6.40′. En las ciudades niponas, entretanto, las actividades diarias comienzan con las rutinas acostumbradas. En Hiroshima, 9 minutos después de las 7 de la mañana, las alarmas antiaéreas comienzan a sonar estridentemente.

En lo alto, muy pequeño puede verse un B-29 solitario. El bombardero sobrevolará la ciudad en dos oportunidades. Después, a las 7 horas 25′ desaparecerá volando a gran altura. Exactamente a esa misma hora, un avión meteorológico le transmite el siguiente mensaje: "Visibilidad: 10 millas, estratos de nubes 2 décimas a 4.500 metros”. Los objetivos de reserva eran las ciudades de Kokura y Nagasaki; y el objetivo principal, Hiroshima. La visibilidad sobre el objetivo último podría considerarse óptima.

A las 7.31′ cesó la alarma sobre Hiroshima. De los refugios volvió a emerger una masa de mujeres, niños y ancianos. La vida reanudaba su curso nuevamente. 7.47′: a bordo del avión Enola Gay se verifican todos los circuitos. 7.50′: el avión sobrevuela la costa de la isla Shikoku. 8.09′: desde el B-29 es visible el objetivo previsto. 8.11′: tras una virada de 90 grados desde el Norte hacia el Oeste volando a 9.500 metros de altura, se lanza en dirección a Hiroshima emergiendo de entre las nubes. 8.14’el mayor Tom Ferbes, uno de los integrantes de la tripulación del avión, encuadra en el visor de su mira un puente sobre el río Ota. 8 horas,15′ y 2” los controles automáticos señalan que faltan 15” para el lanzamiento del proyectil. 8,15’y 17”: Éste, llamado "Litle Boy” se desprende del bombardero. La explosión deberá verificarse 43” más tarde….después, un huracán de fuego arrasará Hiroshima.

La bomba de 4.435 kilos de peso, 4.25 metros de largo y 1,50 metros de diámetro había explotado provocando una onda expansiva equivalente a un viento de 800 kilómetros por hora. Lo que pasó después todos lo sabemos. Francois Mauriac escribiría el 10 de agosto de 1945: "Hoy el mundo sabe que la materia podrá desaparecer el día que un hombre, quizá un solo hombre, lo decida”