Por Manuel Castillo
Prof. de Filosofía de la UNSJ.

La lectura del Evangelio contiene una experiencia interpretativa, no se limita al relato de hechos fascinantes.

Que Dios se hizo hombre es tema suficiente de una profunda meditación. Durante esta Pascua hemos meditado misterios fundamentales de la revelación de Cristo que se han celebrado en Semana Santa. La meditación enriquece nuestro conocimiento de esos misterios, también nos ayuda a entender que ese conocimiento expresa que la vida de Cristo configura un kerygma salvador. Su enseñanza conduce a la salvación. Interpretar los textos sagrados nos conecta con ese kerygma, la interpretación requiere cuidado para mantener el sentido original, pero la palabra de Dios es infinita, por lo que su interpretación también es infinita.


La lectura del Evangelio contiene una experiencia interpretativa, no se limita al relato de hechos fascinantes, se entiende esos hechos como una experiencia salvífica. Se descubre a Cristo en una experiencia que nos une a Él y nos descubre quienes somos.


La liturgia de semana santa nos presentó la resurrección de Jesús como acontecimiento que sigue a la pasión, se entiende así el sentido del sufrimiento propio de la condición humana. La lectura del evangelio nos acerca a ese acontecimiento.


Secundino Castro Sánchez en el libro El sorprendente Jesús de Marcos, señala la nueva enseñanza de Jesús, después de haber hablado a la multitud; se dirige a los apóstoles y les anuncia que debía sufrir, morir y resucitar al tercer día. Lo nuevo en el magisterio de Jesús, después de haber hablado en público, es el anuncio de la pasión. Si se esperaba un Mesías triunfante desde el comienzo, el anuncio de la pasión podía ser difícil de entender. En Mc 8, 31 ese anuncio es claro. "Y comenzó a enseñarles que el hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días.''


Cristo se había presentado y atrajo multitudes, ya era el tiempo para revelar su misión, comenzó con los apóstoles a los que no les resultaría fácil entender este carácter del mensaje de Jesús. Su enseñanza parece adaptarse a esa situación, los apóstoles tenían que entender el núcleo del mensaje y trasmitirlo a los demás. Eso será más claro después de la resurrección, hasta el punto de que el apóstol que no estuvo al pie de la cruz, ahora esté dispuesto a pasar por la cruz, la persecución, la exclusión. A dos milenios, la situación actual muestra lo que Jesús anunció de sí mismo, ser reprobado; se ve en la exclusión del otro por envidia o interés personal.


El cristiano de hoy, si se ubica en la situación de los apóstoles que escuchan el anuncio del sufrimiento hasta la cruz, puede preguntarse en qué medida entendió el kerygma, si el anuncio de la salvación lo encuentra preparado para seguir el camino a la resurrección.


Los días de Semana Santa conducen a la celebración de la resurrección el domingo, Cristo aparece en una dimensión nueva, unido a Cristo el hombre accede a esa dimensión. Significa que tiene una existencia nueva, tiene algo de Dios por su unión con Jesús resucitado, comparte con Jesús ese estado de vida nuevo. En la fracción del pan y al beber de la copa que Jesús les da en la última cena, lo recibe a él en su vida, se une a él, y desde él a los demás. Después de la resurrección se puede seguir a Jesús como antes, ahora con la ayuda sacramental. Jesús está con nosotros, eso nos ayuda a vivir esa nueva forma de vida, al final de los tiempos esa presencia divina llegará a plenitud.