A la luz de los escritos del célebre Zigmunt Bauman, pensador polaco hace poco fallecido, hacemos algunas reflexiones que tienen que ver con lo que vivimos: la fuerte tendencia al individualismo y por ende la falta de voluntad de construir una comunidad cuyo valor significativo sea la solidaridad y el altruismo.


Por todos es sabido que Bauman dio forma a sus ideas acerca de la Modernidad Líquida. ¿Qué se entiende por ello? La fase actual de la historia que se caracteriza por un estado de constante movimiento sin un proyecto social que aglutine y fraternice. Uno de los efectos de la radical mutación que hemos generado es la disolución de las fuerzas y vínculos que mantenían el tejido social y familiar. El estado casi se ha retirado, las acciones sociales son individuales, por movimientos sociales. Se ha modificado en pocos años la trama social y su forma de estar en el mundo, provocando quiebres axiológicos. 


Según Bauman, en la modernidad sólida, se impulsaba la seguridad y estabilidad en condición de valores para los cuales se postergaban los deseos personales.


En la modernidad líquida, se promueve como único estilo de vida vigente la praxis consumista. "Consumo, luego existo" se llegó a decir. La característica de la sociedad de consumo dilapida los vínculos sociales por un exagerado autoafirmación del "yo". Ese "yo" se ha vuelto, como dijera el filósofo Adriano Pessina, un "yo insatisfecho".

"Los términos "austeridad", "altruismo", "ayuda" y "prójimo" han pasado de moda. No responden -en la Modernidad líquida- a la inmediata satisfacción personal". 

En la modernidad líquida, el trabajo está totalmente escindido del capital, es independiente de su suerte, se vuelve descarnado y se enfrenta a un poder impersonal, extraterritorial, volátil. El trabajo se ha precarizado haciéndose episódico, y ha perdido el sentido de la trascendencia y el rol social que cumplía en la sociedad productora.


La sociedad de consumo incita al ejercicio de la compra-venta cual sinónimo de felicidad. Comprende hechos tan diversos como promover el "culto al cuerpo" bello y siempre joven, contratar al "gurú" de moda, olvidar al padre anciano, menospreciar al pobre que no es integrado en la convivencia. El consumismo enarbola la competencia hasta su exacerbación, rivalizando con los demás individuos en forma continua -sin finalización posible- como medio para llegar al triunfo de dominar todo el mercado. Estas actitudes provocan consecuencias que afectan significativamente las relaciones humanas. Se da lugar a lo que le papa Francisco tantas veces denomina la "cultura del descarte". El no ser "apetecible" provoca una desgastante preocupación en la sociedad de consumo, pues se ve en riesgo de olvido.


En la sociedad de consumo, la producción mira a cautivar al cliente de todas formas. En sintonía con el entorno líquido, todas las posesiones, servicios, relaciones, etc, son circunstanciales: rápidamente pierden su lustre y utilidad, el celular del año pasado se vuelve obsoleto y hay que cambiarlo por el de última generación. Los productos se publicitan como la solución a los más variados problemas y si se da la frustración del deseo de felicidad, se obliga al nuevo consumo. Este círculo vicioso origina frustración constante pero-paradojalmente- no elimina la capacidad de creer en el próximo producto.


Los términos "austeridad", "altruismo", "ayuda" y "prójimo" han pasado de moda. No responden -en la Modernidad líquida- a la inmediata satisfacción personal. Incluso el núcleo familiar es golpeado por este estilo de vida. El "amor" como fuente de solidez, ya no tiene en su esencia la facultad de perpetuidad dado que en la base, hay un vínculo frágil, endeble, líquido. 


En fin, no hemos de caer en el pesimismo. Todo puede mejorar. En Fratelli Tutti, Francisco nos propone el ejemplo del "Buen samaritano" (capítulo II), capaz de revertir la historia de sufrimiento del caído en el camino de la vida. Hay más alegría en dar que recibir. Lo saben los que aman. Como los samaritanos que han cuidado tanto las vidas de otros en estos tiempos de pandemia. Un aire fresco para respirar e inspirar estilos de vidas.

Por el Dr. José Juan García 
Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo