En lo que va del año, ya son seis las muertes que rodean al fútbol argentino, y todas con un denominador común: los enfrentamientos entre grupos violentos de la misma hinchada. El objetivo es quedarse con el control de la barra, del poder, del dinero, de las drogas y de tantos ilícitos que abundan hoy en las desprestigiadas tribunas.
La muerte del ex líder de la barra brava de Newell’s, Roberto "Pimpi" Camino, asesinado de siete balazos, es una demostración de que el fútbol es un espacio en el que se conjugan la pasión con la delincuencia, convirtiéndose de este modo en una combinación mortal que nunca fue bien tratada ni cuidada por las autoridades. Los antecedentes en investigaciones relacionadas con esta violencia demencial no son auspiciosos. La realidad que azota a nuestro fútbol tampoco.
Las seis muertes que lleva el 2010, cuatro de ellas en sólo 14 días, son elocuentes, sin olvidar que entre la motivaciones también está asegurarse un lugar para viajar al Mundial de Sudáfrica. Camino se quedó con el liderazgo de la barra brava en 2001. Las versiones indican que el líder de la barra brava de Newell’s manejó el grupo más violento que se recuerde en el club. Dicen que resolvía todo a punta de pistola. Entre los hechos con los que se lo vinculó pueden citarse una feroz pelea con la barra de River, que terminó con dos muertos en el peaje de la Panamericana, a la altura de Zárate.
También cuando amenazaron en el vestuario a los jugadores de Vélez, en 2005, por la Copa Libertadores; o en 2007, cuando, tras una caída con Rosario Central, golpearon al por entonces DT de Newell’s, Pablo Marini, y le exigieron la renuncia. Ese mismo año, Camino fue baleado en las piernas. Su poder se acabó en enero de 2009, cuando el presidente del club, Eduardo López fue derrotado en las elecciones que ganó Guillermo Llorente. El día de la votación el grupo comandado por "Pimpi" entró a los tiros en el club e intentó tomarlo por la fuerza. Por ese hecho, el sujeto tenía una condena de tres años en suspenso, no podía ingresar en el estadio y debía presentarse en la comisaría cuando jugaba Newell’s.
Las autoridades deberían adoptar medidas drásticas para poner fin a la barbarie de la delincuencia que toma la tribuna como base de operaciones de hechos que exceden el deporte.
