Nos referiremos a una mujer a quien nuestro país le debe un merecido homenaje. Su nombre era Josefa Dominga Balcarce San Martín, nacida el 14 de julio de 1836 en Grand Bourg (Francia), segunda hija del matrimonio entre Mariano Severo Balcarce, y Mercedes Tomasa San Martín y Escalada.

Conjuntamente con su hermana menor, María Mercedes Balcarce y San Martín, fueron las encargadas de entretener a su abuelo, el libertador de América General José de San Martín, captando las simpatías y el cariño del noble anciano. Josefa sobrevivió a su célebre abuelo y también a su hermana, quién murió por una mala praxis, a la prematura edad de 27 años.

Con el devenir de los años Josefa realizó una obra solidaria, todas las personas que llegaban a visitarla elogiaban su forma de ser. Hablaba perfectamente el español, idioma que utilizaba para la comunicación en su hogar, si bien no conoció la Argentina estaba bien informada de todas las cosas que sucedían por estas latitudes. Josefa hizo un culto de la memoria de su ilustre abuelo. Ella representaba, entre los argentinos de aquí y los visitantes de allí, el último girón vivo de San Martín.

Entabló una comunicación con Bartolomé Mitre que incluyó la entrega de una jugosa información y documentos epistolares de su abuelo, constituyéndose en la génesis de la primera biografía documentada del libertador y también donó a Adolfo Carranza, el primer director del Museo Histórico Nacional, lo muebles del Padre de la Patria para que sean exhibidos, los mandó con un croquis de cómo estaban ubicados en la habitación original.

En 1904, a los 68 años, Josefa quedó viuda de Fernando Gutiérrez Estrada, embajador mexicano en Francia y sin hijos. Tal como había acordado con su marido, decidió ocupar su fortuna para crear una fundación de ayuda a los más humildes. Así, Le Petit Chateau donde vivía, cambió su fisonomía. Creó en Brunoy la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada, el 1° de diciembre de 1905, para dar albergue y alimentos a los ancianos de la región, que aún hoy se mantiene, y cuyos miembros honran su memoria. A los jardines del pequeño castillo los convirtió en granja para dar de comer a los más necesitados.

Cuando en 1914 estalló la primera Guerra mundial, Josefa transformó su casa en "hospital de sangre"; y atendió a los heridos que incesantemente llegaban desde el frente de lucha, pero ante un posible ataque de los alemanes le recomendaron que dejara el lugar; ella con su enérgica personalidad respondió que jamás lo haría. La obra de caridad de Doña Josefa cambió rápidamente su función y se convirtió en hospital de campaña, adonde eran evacuados los heridos del frente, que quedaba a pocos kilómetros de allí.

Una mañana, se encontraba estacionado frente a Le Petit Chateau un carro lleno de soldados heridos. Josefa interrogó a un oficial francés acerca del motivo por el cual no estaban siendo ingresados y ante la respuesta de porque eran alemanes, ella ordenó que lo hicieran ya que no había preguntado por nacionalidad sino si necesitaban ayuda o no. Cuando retornó la calma a Brunoy, Doña Josefa fue condecorada por la Cruz Roja en honor a su labor humanitaria, y el general Le Long del Estado Mayor francés, en una ceremonia a la que concurrió todo el pueblo, le otorgó la Legión de Honor en grado militar. La más alta distinción para los héroes de Francia.

Luego de la guerra, la Fundación Balcarce Gutiérrez Estrada retornó a sus anteriores actividades benefactoras; pero su dueña, consciente de sus años, hizo testamento otorgando la administración de su Fundación a la Societé Philantropique de París.

El 17 de abril de 1924, se durmió tranquilamente en la paz del Señor. Todo el pueblo de Brunoy acompañó sus restos. Una de las principales calles de esa ciudad lleva su nombre, y tanto Doña Josefa como el general San Martín son considerados Ciudadanos Ilustres de Brunoy.