20.55 del 28 de marzo de 2020, una fecha que será estudiada dentro de algunos años. A esa hora el gobernador Sergio Uñac daba a conocer que había un caso positivo de coronavirus en la provincia. Minutos más tarde, el miedo y el descontrol se apoderarían de la mayoría de los habitantes de San Juan. Los mensajes de odio, con insultos y amenazas, se multiplicaban en las redes y ni que hablar de los perfiles de la chica que tuvo la desgracia de haberse contagiado luego de haber viajado a perfeccionarse en Europa. No sé qué habrá ocurrido en otras provincias con los primeros casos, pero no vi noticias que relataran la violencia con la que buena parte de los sanjuaninos trataron a esta joven mujer la fatídica noche del sábado. Evidentemente no estamos preparados para lo que nos está pasando, ni tampoco para cumplir con las reglas que nos imponen las autoridades. Desde el viernes los cajeros automáticos están repletos de gente, una pegada a la otra, esperando cobrar una asignación especial. Las autoridades han detenido desde gente que salía a andar en bici, hasta empresarios que no querían cumplir el aislamiento obligatorio. No estamos preparados para la solidaridad, para darnos cuenta que nuestras acciones complican al otro, para darnos cuenta que cada letra que escribimos en las redes sociales puede impactar negativamente en otra persona, no nos damos cuenta o pasamos por alto que propalamos el miedo, que complicamos las cosas, que la mujer que se contagió es una víctima y que cualquiera de nosotros puede ser una víctima el día de mañana. No nos importa si esa chica se sana, muere o enferma, no nos importa su familia ni sus amigos. No nos importa nada de nada. No conozco a la chica que está contagiada, pero me atrevo, en nombre mío y de mi familia, a pedirle disculpas por los cientos de ataques que recibió de personas desconocidas e ignorantes. Me pregunto y les pregunto a todos los que insultaron y atacaron, ¿harían lo mismo si la persona infectada fuese un familiar o amigo? Porque, sepamos, muy probablemente nos pase. Habrá gente conocida a la que le va a pasar. O a nosotros mismos. Retrocedimos unos 500 años, cuando aún no recibíamos la categoría de ciudadano y simplemente éramos habitantes de un territorio.