La inactividad dispuesta por Barack Obama en la Administración estadounidense, salvo servicios imprescindibles, es un estado de excepción comparable con las peores crisis políticas de Washington que pueden tener proyección internacional. La traba de los republicanos en el Congreso al nuevo presupuesto y al aumento de la deuda pública, pusieron un cepo de "’consecuencias catastróficas”, como define el presidente al freno parlamentario.
La mera posibilidad de que Estados Unidos incurra en una inédita moratoria de sus obligaciones financieras sacudieron a los mercados y, de mantenerse esta situación, podría afectar la frágil recuperación económica. Las desinteligencias de demócratas y republicanos en la Cámara de Representantes dejaron un vacío financiero, al expirar el martes último el presupuesto anual, afectando a unos 800.000 empleados públicos obligados a una licencia forzada sin goce de sueldo, un serio impacto social. Esta parálisis tiene plazo perentorio, hasta el 17 de este mes, de lo contrario Estados Unidos entraría en suspensión de pagos.
La incapacidad del Congreso para aprobar el presupuesto tiene su raíz en las divisiones internas entre los republicanos de la Cámara de Representantes. El presidente del cuerpo, John Boehner, tiene que negociar constantemente con el grupo Tea Party, del ala derecha del partido, que desplazó a los republicanos moderados cuando se renovó el Congreso, en noviembre de 2010. Todo indica que en los próximos días se destrabará el conflicto ante el fantasma del default, elevando el techo de la deuda, pero nada garantiza a Obama que los palos a la rueda vuelvan a aparecer, como sucede cada tres meses en promedio.
