Quienes desde nuestra pertenencia política y desde nuestra profunda convicción humana y cristiana hemos abrazado desde muy jóvenes los postulados de la Doctrina Social de la Iglesia, no nos ha dejado de conmover la preocupación manifestada por la Pastoral Social, por la absurda pobreza que lacera una vez más, la dignidad de quienes menos tienen y que padecen la ignominia, de la indigencia y la miseria. Y aunque fue el Santo Padre quien advirtió acerca de esta escandalosa pobreza, ha correspondido a Mons. Jorge Casaretto, impulsar al dialogo como el gran camino de la reconstrucción Argentina y a los consensos que sean capaces de mirar siempre al bien común, como el gran desafío para construir un país que incluya a todos, entre ellos, los pobres de toda pobreza.

Por esas arbitrariedades que no permiten contar con una cifra estadística veraz y real, la pobreza como un drama social pareciera ser para muchos, lo menos importante. Manifiesto esto, porque si se considera que la diferencia de un punto porcentual esconde la realidad que padecen 400.000 argentinos, resulta francamente inaceptable, que desde el Gobierno nacional se manifieste que la pobreza es de un 15%, o que varía entre el 21 al 23%, y que ha decir los propios encuestadores oficialistas, se señale que trepa mucho más. Pero más allá de todas estas disonancias, la pobreza se observa no tan sólo en la falta de futuro y de oportunidades, sino que en la consolidación de una indigencia que aún desde lo más profundo de su degradación, implora que se privilegie la ética de la honestidad y probidad, convocando al reencuentro de la cultura del esfuerzo, la producción y el trabajo.

En el documento "Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad" con que los obispos de la Argentina se dirigen a todos los hermanos que habitan esta bendita tierra, afirman que la experiencia histórica nos ha demostrado que por el camino de la controversia se profundizan los conflictos, perjudicando especialmente a los más pobres y excluidos y, que a partir de las crisis vividas, ya nadie cuestiona la necesidad de un Estado, activo, transparente, eficaz y eficiente.

Afirmando que no existe una democracia estable sin una sana economía y una justa distribución de los bienes, reconocen la importancia estratégica de la educación, de la producción, del desarrollo local y de la urgencia de generar trabajo, para recobrar la autentica cultura de la laboriosidad. Nos afirman de igual modo, que la gran deuda de los argentinos es la "Deuda social" y que esta deuda no solo involucra un problema económico o estadístico, sino que un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial. Por esta razón nos aseveran, que sólo habrá logros estables por el camino del diálogo y del consenso en favor del bien común; que sólo podremos crecer sanamente como Nación si reafirmamos nuestra identidad común y nos señalan como corolario, que cuando priman intereses sobre este bien común, o cuando el excesivo protagonismo se impone por encima del diálogo y la justicia, se menoscaba la dignidad de las personas, e indefectiblemente crece la pobreza en sus diversas manifestaciones.

En esta línea de reflexión nos advierten, que los cristianos no somos profetas de desventuras, y bajo el convencimiento en que pese a todo nos encontramos ante una oportunidad única, nos instan a aprovecharla privilegiando el bien común, o malgastarla en intereses egoístas y posturas intransigentes que nos fragmentan y dividen. Es indispensable procurar consensos fundamentales que se conviertan en referencias constantes para la vida de la Nación y que éstos, subsistan más allá de los cambios de gobiernos, nos reiteran.

Espero que en la humildad del profundo pensamiento que emerge de la Pastoral Social, quienes nos representan puedan descubrir la luz y la sapiencia que los guíe a encontrar las soluciones que más de 15 millones de compatriotas, desde su inexplicable pobreza nos reclaman. También, que este llamado a la caridad y al verdadero amor por el semejante, conduzca a terminar con la inadmisible contrariedad, donde todo desde los ámbitos del poder de turno tiene explicación y nada desde las urgencias de la realidad que impone la pobreza e indigencia, tiene una real y efectiva solución.