Una de las paradojas del Primer Mundo es el número de pobres, acrecentado durante 2010, curiosamente declarado Año Europeo de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social. Portugal, España, Grecia e Irlanda concluyeron el año en medio de una preocupante crisis. Este pronóstico desalentador también puede extenderse al resto de la Unión Europea (UE) si se le añade que el sostén de la zona euro: Francia y Alemania enfrentan un panorama inestable.
Según datos oficiales, casi 84 millones de europeos corren el riesgo de caer en la pobreza, y muchos otros encuentran grandes obstáculos para acceder a empleo, educación, vivienda y servicios sociales. Una encuesta de Eurobarómetro sobre pobreza y exclusión social revela que más de la mitad de los ciudadanos de Hungría (64%), Letonia (62%) y Grecia (54%) consideran que la pobreza aumentó en gran medida. Los recortes resultaron suficientes para rescatar a Grecia e Irlanda, aunque parecerían necesarias nuevas medidas para restablecer la competitividad y el crecimiento en la periferia de la zona euro. El camino no resulta fácil, ya que los mismos datos indican que más del 80% de los europeos aseguran que la pobreza ha aumentado en sus países en los últimos tres años.
El nivel de desempleo también es preocupante. El índice subió a 10,1% en la Eurozona en el último trimestre de 2010, alcanzando un nuevo récord histórico. Los índices más bajos de desempleo se registraron en Holanda (4,4%) y Austria (4,5%), y el más elevado en España (20,8%). Algo aún paradójico es que los jubilados deban trabajar. Es que se propuso elevar a 70 años la edad mínima de jubilaciones de los trabajadores en los 27 países que integran la UE. La medida busca permitir ahorros en los ya restringidos sistemas de pensiones estatales. Estos se han visto afectados por las bajas tasas de natalidad y una mayor expectativa de vida, factores que, según algunos pronósticos oficiales, imposibilitarán una jubilación temprana en el futuro. La crisis parece ensañarse en una Europa que tantas promesas creaba en inmigrantes que deseaban radicarse en ella.
Los sueños pasaron a ser pesadilla no sólo en quienes emigraron sino también en los ciudadanos del continente más desarrollado del mundo pero que ahora genera no pocas incertidumbres sobre un futuro digno.