Esta historia se fecunda en el anhelo del sueco Alfred Nobel, científico que trasciende en su época y a su propio tiempo (1833-1896) por ser el inventor de la dinamita. De sus precursores no podemos soslayar al químico italiano Ascanio Sobrero (1812-1888), contemporáneo con Nobel, había logrado sintetizar la nitroglicerina en el año 1846.

Inmediatamente imaginó las consecuencias del tremendo descubrimiento en manos del hombre, dimensionó los alcances peligrosos que iban a poner en duda una utilidad práctica. Intentó sincerarse con el devenir que imaginaba condicionado por el descubrimiento y expresó, a modo de arrepentimiento: "Cuando pienso en todas las víctimas que murieron en explosiones de nitroglicerina, y los terribles estragos que causó, y que posiblemente continuarán ocurriendo en el futuro, me hace sentir avergonzado de admitir que es mi descubrimiento”.

Cuando la familia Nobel comienza a explotar comercialmente la nitroglicerina y con el éxito adquirido por la invención de la dinamita, Sobrero se sintió avergonzado por los fines que se le dio al descubrimiento, considerando en su elevada reflexión pública, que había sido víctima de una injusticia no deseada ni querida por él.

Las investigaciones de Alfred Nobel en el campo de los explosivos logran el corolario en su país en 1863 donde consigue controlar mediante un detonador, las explosiones de la nitroglicerina que perfecciona con el correr de los años, permitiéndole reducir los riesgos de accidentes por explosiones accidentales del químico que en una oportunidad costó la vida de su propio hermano. Las fábricas de los Nobel, que pronto se vieron resarcidas por la prosperidad económica, recibieron la crítica severa desde distintos parámetros a partir de la década del "60 del siglo XIX. Seguramente, don Ascanio Sobrero, propulsor de la idea depositada en los balones de una mesa de laboratorio, jamás imaginó el uso y utilización que se daría a un compuesto orgánico obtenido mediante la mezcla inocente de ácido nítrico concentrado, ácido sulfúrico y glicerina (Nitroglicerina, de nombre IUPAC es 1,2,3-trinitroxipropano).

El parangón que surge del análisis de ambos científicos, nos puede dar contestes con las muestras que sustancian la polémica, pero en este caso no se puede negar que superando toda clase de debilidad humana, tanto Sobrero como Nobel tuvieron gestos de arrepentimiento y reconocieron el mal que se avecinaba. Si bien los productos Nobel tuvieron enorme importancia y trascendencia útil para la ingeniería, la minería y la construcción, no fue lo mismo con los diseños para la industria militar encomendados. En medio de una impresionante riqueza, no pudo separar de su conciencia su complejo de culpa y constricción porque sus inventos tuvieron la espantosa utilidad a favor de la muerte y la destrucción. En el ocaso de su vida, la mirada de Alfred Nobel, fundamentalmente sobre los campos de batalla, tornó incomprensible su visión que ya se inscribía en un marco colmado de fatalismo de los años por venir. Esas razones que no pudieron desde su extrema reflexión calmar su espíritu, en un acto cuya pretensión fue testamentaria de su justificación, como epílogo de su vida legó su fortuna para su recepción se creó la Fundación Nobel en 1900, con el compromiso que debía otorgar anualmente una serie de premios a las personas que más se hubieren destacado con hechos en beneficio de la humanidad.

"Si a una paloma blanca, emblema universal de la paz, le atásemos a su frágil patita de cuatro dedos un moderno explosivo para que explotase en un determinado espacio del planeta conforme lo determine una estrategia y lo active el botón de un control remoto, igualmente, la blanca paloma seguiría siendo bandera de la paz, porque no es el móvil que utiliza el estandarte para sus propios fines el que determina la sustancia de la cosa, sino que éste conlleva su propia esencia en sí mismo para seguir siendo emblema sin dejar de ser paloma”.

"NO SE PUEDE negar que superando toda clase de debilidad humana, tanto Sobrero como Nobel tuvieron gestos de arrepentimiento y reconocieron el mal que se avecinaba.”