Las frecuentes negativas del presidente Donald Trump a criticar las violaciones a los derechos humanos de los autócratas de Rusia, Arabia Saudita, Egipto, y otros países ya presagiaban que no sería un apasionado defensor de los derechos humanos. Ahora nos encontramos con que su desdén por las libertades universales se está convirtiendo en un principio de la política exterior de Estados Unidos. 

 
En un discurso del 3 de mayo, el secretario de Estado Rex Tillerson dijo que si bien la política exterior estadounidense está guiada por valores fundamentales, una dependencia excesiva de los derechos humanos "realmente crea obstáculos a nuestra seguridad nacional e intereses económicos”. Agregó que "en algunas circunstancias” hay que condicionar los compromisos políticos al respeto a los derechos humanos, pero no siempre. 

Tillerson ponía patas para arriba los principios bipartidistas que guiaron la política exterior estadounidense desde la II Guerra Mundial. Lo que quedó en claro fue que Estados Unidos defenderá a partir de ahora los derechos humanos "en algunas circunstancias”. 

Trump ya había anticipado durante la campaña que "no creo que tengamos derecho a dar lecciones” a otros países sobre derechos humanos. Como Presidente, ha propuesto severos recortes presupuestarios a programas de promoción a los derechos humanos, y se convirtió en el primer presidente en la memoria reciente en boicotear las sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. 

Trump ya le cambió el nombre a la oficina de la Casa Blanca de "Asuntos multilaterales y derechos humanos”, que ahora se llama oficina de "Organizaciones y alianzas internacionales”. Relegar a un segundo plano los derechos humanos es una de las cosas más contraproducentes que puede hacer Trump, y refleja la total ignorancia del nuevo presidente sobre la historia. 

Varios presidentes habían apoyado a dictadores proamericanos, con resultados desastrosos. Franklin D. Roosevelt, por ejemplo, dijo que el hombre fuerte nicaragüense Anastasio Somoza "puede ser un hdp…, pero es nuestro hdp…”. Pero ese apoyo a dictadores no hizo más que producir una reacción de generaciones de líderes antiestadounidenses, guerrilleros marxistas y, más recientemente, terroristas fundamentalistas islámicos. 

Elliott Abrams, un ex alto funcionario de la Casa Blanca del presidente George W. Bush, me dijo que prácticamente todos los presidentes estadounidenses especialmente los republicanos empiezan siendo escépticos sobre los derechos humanos pero terminan apoyándolos. Cuando llegan a la Casa Blanca, los nuevos presidentes "hablan con mucha gente de todo el mundo y se dan cuenta de que una de las razones de la popularidad de EEUU es su apoyo a la democracia”, me dijo Abrams.  

Mi opinión: Ojalá pudiera ser tan optimista como Abrams sobre la capacidad de aprendizaje de Trump en materia de derechos humanos. Es cierto que varios presidentes anteriores han cambiado sobre la marcha, pero puede que Trump sea diferente. No conozco a ningún otro presidente de Estados Unidos que haya dicho que la mayoría de los mexicanos son "criminales” y "violadores”, demonice a los inmigrantes indocumentados, y rechace criticar los abusos de algunos de los dictadores más sangrientos del mundo. 

La defensa de los derechos humanos por muchos presidentes estadounidenses suena muchas veces como una hipocresía, porque ellos mismos los violan. Así y todo, si Trump apoya a gobernantes "amigos” sin importarle cómo tratan a sus respectivos pueblos, no solo dañará su imagen sino que generará una reacción de enemigos que le harán un enorme daño a la seguridad nacional de Estados Unidos.  

 

El autoritarismo que amenaza los derechos humanos.