Leía en una nota de Carlos Pagni, un ocurrente chiste sobre la Política (https://www.lanacion.com.ar/politica/javier-milei-vencer-en-los-conflictos-o-solucionar-los-problemas-nid19032024/). El chiste dice así: “¿Qué es un camello? Un caballo hecho por una comisión”. El chiste es atribuido a Peter F. Drucker (1909-2005), uno de los pensadores más influyente en el ámbito de los negocios del siglo XX. Vista así, la política podría ser entendida como la aplicación de una idea que se deforma. Obviamente, nadie quedará satisfecho con el camello, cuando el objetivo inicial era lograr un buen caballo. Sin embargo, la frase de Drucker es susceptible de dos interpretaciones sobre qué es la Política.

La Política y los equilibrios

Una de esas interpretaciones está directamente relacionada con la pluralidad de ideas que supone la vida en sociedad. La Política es una gran generadora de equilibrios. Vivimos en una comunidad política que “existe para obtener un fin de otra manera inalcanzable: el crecimiento más pleno de cada uno de sus miembros, llamados a colaborar establemente para realizar el bien común…” (Compendio de la Doctrina Social de La Iglesia, 384) Esa comunidad política es “la unidad orgánica y organizadora de un verdadero pueblo (Compendio, 385) Ahora bien, el pueblo no es una entidad amorfa que se pierde en el anonimato. Es un conjunto de personas con sus propias cosmovisiones, ideas, principios y valores. La noción de pueblo no elimina la autonomía existencial de la persona. De allí que no sea tarea fácil conciliar aquellos. La Política en ese sentido es una eficaz herramienta y un arte. Una herramienta para lograr equilibrios, generar acuerdos y consensos necesarios para la convivencia social. Y también es el “arte de gobernar¦ destinada a promover, organizada e institucionalmente, el bien común. En ese sentido, la Política no es una idea original que se deforma, cual caballo que deviene en camello. Es una idea superadora en la medida que exprese consensos y acuerdos, mirando hacia el bien común. La Política no puede deambular a oscuras por senderos del mal. Porque esa búsqueda del bien común sigue el connatural impulso hacia la verdad y el bien. Cuando la Política pierde su rumbo, prepara su propio fracaso.

La Política y la adaptación

Pero la frase de Drucker tiene otra interpretación posible. El caballo que se convierte en camello no es el resultado de una idea que se deforma por la Política. Sus dos jorobas no representarían una deformación de la idea original que resulta de la Política, sino su adaptación a la realidad. Las jorobas o gibas, propias de este tipo de mamíferos de las zonas áridas, se utilizan para almacenar grasa que, después de ser metabolizada, se convierte en agua. Se entiende así que el camello no es una distorsión del caballo, sino una adaptación a los duros climas en los que viven. La Política trabaja con ideales, arquetipos o modelos. Son su faro en el camino hacia el bien común. Pero la Política no es la aplicación automática de una idea o fórmula teórica. La Política procura encarnar esa idea en ciudadanos concretos. De allí la necesidad de adaptación. Sin ella la idea quedará en una abstracción, que puede generar situaciones de verdadera injusticia. Como bien nos recuerda el poeta español Antonio Machado (1875-1939): “En Política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el viento donde pone la vela.

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo