Esta Noche que se avecina y que los cristianos celebraremos, es una Noche buena y nueva. "Buena”, porque la bondad de Dios se hizo palpable de modo concreto y cercano. "Nueva”, porque el Dios inaudito se hace escuchar en el llanto de un recién nacido. El Omnipotente se hace niño para que los hombres abandonemos el miedo a Dios. En Belén, Dios ha venido a "visitar” al mundo en Jesucristo. El verbo griego "visitar” que emplea Lucas, "episképtomai”, significa propiamente "ver”, "abrazar con la mirada”. En Jesús, Dios ha venido a abrazar al mundo con sus ojos que transmiten la ternura que nunca condena y que siempre salva. Son unos ojos que enseñan a contemplar más allá de los límites para admirar el futuro con esperanza. Son unos ojos en los que el Amor se revela como lo que es: nos respeta como somos, pero nunca nos deja como estábamos. El Niño Dios es el terapeuta de la mirada. Tiende para nosotros el puente que nos hace pasar del ver al contemplar y del simple mirar al creer. Sólo cuando nos detenemos, y en este caso frente al pesebre, comenzamos a ver. Me gusta la palabra "detenerse” porque transfiere sobre el acto de ver una pluralidad de detalles. Detenerse es para contemplar. Es un posicionarse sin reservas, un aprendizaje que comienza siempre desde el principio, una renuncia a los porqués frente al instante. "Instante” es un sustantivo que significa "momento”, "fracción brevísima de tiempo”, que indica duración, pero también adjetivo ("instante”), menos usado, pero que significa "inminente”, "que incumbe”, "que insiste”. El detenerse y el contemplar origina el estupor. "Admirable creación son los ojos”, dice el padre António Vieira. "Todos los sentidos de los hombres tienen una sola misión. El oído oye, el gusto gusta, el tacto toca, peros sólo los ojos tienen dos fines: ver y llorar”. Hoy sería gratificante y renovador llorar emocionados y agradecidos, frente al pesebre.

La liturgia bizantina canta: "El Señor de la gloria está envuelto en pañales”. En Navidad, Dios se revela de ese modo a unos pobres que no tienen morada fija, sino una tienda. Son pastores. Para los rabinos, éstos eran considerados personas impuras, y por lo tanto, pecadores, excluidos de la vida religiosa oficial. Para el cristianismo, sin embargo, ellos son los primeros "cristianos”, los fieles misioneros, que evangelizados, evangelizan. Por ser pastores saben descubrir en ese niño, al Cordero que quita el pecado del mundo. Son muchos los que esperan de nosotros que la Navidad sea un mensaje de ternura y cercanía. He nacido desnudo, dice Dios, para que tú sepas despojarte de ti mismo. He nacido pobre, para que tú puedas considerarme tu única riqueza. He nacido en un establo, para que tú te acostumbres a santificar todo ambiente. He nacido débil, dice Dios, para que tú no tengas más miedo de mi. He nacido por amor, para que tú no dudes más de mi amor. He nacido de noche, para que tú creas que puedo iluminar cualquier realidad. He nacido persona, dice Dios, para que tú no tengas más que avergonzarte de ser tú mismo. He nacido hombre, para que tú puedas parecerte a "Dios”. He nacido perseguido, para que sepas aceptar la dificultad. He nacido en la simplicidad, para que tú dejes de ser complicado. 

Que aprendamos que la señal de Dios en Belén es la sencillez que se inclina. La señal de Dios es el niño. Éste es su modo de reinar. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. El teólogo medieval Guillermo de S. Thierry dijo una vez que Dios ha visto que su grandeza, a partir de Adán, provocaba resistencia. Por lo tanto, Dios eligió una nueva vía. Se ha hecho dependiente y débil, necesitado de nuestro amor. Ahora, dice ese Dios que se ha hecho niño, ya no pueden tener miedo de mí, sólo pueden amarme. Contemplando el pesebre, creyentes y ateos, agnósticos e indiferentes, podemos ver a un Dios Niño que nos tiende los brazos. No está con un dedo índice levantado para juzgar sino con manos tendidas para abrazar. ¿Le daremos la espalda?

Desde la primera Nochebuena, Dios se deja abrazar porque es ternura y sólo la ternura salvará al mundo. En esta Noche, la más buena y bella de todas, todo nos habla de humildad. Sin ella no hay Navidad ni esperanza. El Niño de Belén ha bajado a este mundo desesperado con un nombre que es toda una promesa: "Emmanuel”, que significa "Dios con nosotros”. Y si Dios está con nosotros, ya no hay nada que temer porque hay mucho que esperar.

 

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández