El torbellino que catapultó a Cristina Fernández de Kirchner a una reelección histórica, gracias a un aplastante caudal de votos, arrastró dentro de esa victoria sin precedentes a fórmulas que sin haber tenido el contundente respaldo nacional seguramente no se hubiesen subido al carro del vencedor.

Esta coyuntura de la estrategia partidaria permitió que Francisco "Paco” Pérez y Carlos Ciurca, se consagraran el domingo pasado como gobernador y vice de la provincia de Mendoza. Fuera de haber participado en el gabinete de Celso Jaque, a ambos no se les conoce una trayectoria de graduados en la compleja convivencia política y seguramente tal inexperiencia, sumada a la euforia de un triunfo -precedido de incertidumbre electoral-, los llevaron a cometer un desliz que gratuitamente atacó a San Juan con descalificaciones insólitas.

Las ironías de Pérez y Ciurca hacia el crecimiento de nuestra provincia y la acción de su gobierno, más las comparaciones odiosas sobre el desarrollo sanjuanino y "lo que nos faltó a nosotros”, según dijo el mandatario mendocino electo, parecen revelar síntomas de impotencia por un atraso que no es culpa de las provincias vecinas sino de pobres gestiones domésticas. Las palabras de Ciurca no merecen comentario porque se circunscriben a la vulgaridad de viejos enconos lugareños impropias en el momento que vive el país y a contramano de la convocatoria a la unidad de los argentinos que hizo la presidenta el domingo último.

San Juan y Mendoza siempre tendrán diferencias lógicas, porque los intereses políticos y económicos son diferentes. Pero en el contexto de crecimiento las administraciones provinciales deben privilegiar las decisiones y las gestiones exitosas, a los efectos de que se complenten en un desarrollo armónico. La nueva etapa institucional que arrancará en diciembre venidero, debería enmarcarse en la complementación que puedan concretar los gobiernos para solucionar problemas comunes y aunar los esfuerzos que requieran proyectos políticos de regionalización.

Los liderazgos deben ser locales, no regionales, porque los beneficios se potencian exponencialmente hacia el bien común. Y los hombres que lo protagonizan deben hacer culto a la prudencia y fundamentalmente a la autocrítica, sabia consejera del hombre público y privado que debe ocuparse primero de sus propios problemas.